Aprender de nuevo a convivir con nuestros vecinos para salir del “síndrome de la víctima” 

La meta es de llegar a un respeto mutuo. Al final tenemos que vivir juntos, por muy enfadados que esto ponga a los extremistas de todos lados.

La meta es de llegar a un respeto mutuo. Al final tenemos que vivir juntos, por muy enfadados que esto ponga a los extremistas de todos lados.

Por: Equipo Editorial

El “síndrome de la víctima”

Hoy en día, un musulmán está confrontando con regularidad imágenes de violencia sobre otros musulmanes en todas partes del mundo. A través de internet especialmente, facebook, twitter, youtube, etc, circula un flujo ininterrumpido de vídeos y fotos que presentan a musulmanes como víctimas. Muertos por las guerras en el Oriente, niños sufriendo de hambre en campos de refugiados, mujeres atacadas por llevar el velo. Estamos sometidos a ello constantemente. Y la verdad es que es insoportable. Se ha convertido en un tipo de enfermedad, por la cual el musulmán está casi satisfecho de ver sus hermanos sufrir, ya que esto le permite quejarse. Le lleva a una posición desde la que parece decir al mundo: “Miradme; soy una víctima!” A pesar de que fortalecerse es mejor que hacerse la víctima, parece que estemos optando como comunidad por la segunda opción.

Considerando la edad de oro de las civilizaciones musulmanes que vinieron antes de nosotros, la nostalgia que nos inspira aquella época cuando los científicos musulmanes inundaban el mundo de nuevos conocimientos y procesos, este “síndrome de la víctima” que hemos descrito estaría quizás mejor entendido como un síndrome de abstinencia. Echamos de menos una época pasada, en la que el Islam era sinónimo de modernidad y progreso. Y, al no ser capaz de confrontar nuestra situación actual, porque que estamos sumergidos en la desinformación y en la multitud de discursos que asocian el Islam a una forma de vida rígida y oscura, nos refugiamos en este discurso de victimización.

Pero esta situación tienen dos efectos muy negativos obvios. El primero es que al considerarnos como víctimas, cae automáticamente la necesidad de definir a los verdugos. Ser una víctima es ya suficientemente perjudicial, pero si además caemos en considerar a todos los no-musulmanes como culpables de nuestra situación, nuestra vida se convierte en un infierno.

Compasión y generosidad como motores

El  segundo efecto del “síndrome de la víctima”, es que estamos tan ocupados en quejarnos de nuestra situación, y de echarle la culpa al otro, que ni nos preguntamos acerca de las condiciones que hicieron posible que el Islam fuese por más de mil años el motor del bienestar y del desarrollo de más sociedades humanas. ¿Quiénes eran estos musulmanes que expandieron la luz del Din del Islam en todos los rincones del Mundo? Seguramente, estaban más ocupados en buscar el conocimiento que en buscarse enemigos.

Una vez que reconozcamos esto, debemos preguntarnos: ¿dónde hemos dejado este entendimiento? ¿dónde nos hemos equivocado? Quizás la respuesta es precisamente en la manera que tenemos de relacionarnos con los no-musulmanes que nos rodean,  nuestros vecinos. En este asunto, podríamos decir que hemos regresado, que hemos olvidado la enseñanza que nos llegó por la Misericordia de Allah, a través de Su generoso Libro y del mejor de la creación, el Profeta Muhammad, sallallahu ‘aleyhi wa sallam.

Es cierto que todos los ejemplos históricos de civilizaciones musulmanas fuertes y en expansión, aparecen junto a casos destacables de compasión y generosidad hacia los pueblos no-musulmanes que los rodeaban, y que vivían dentro de aquellas sociedades musulmanas.

Lo que encontramos en el Corán

A pesar de que en el Corán, Allah ordena a todos musulmanes de llamar los demás a adorar el Dios Único, sin asociado, les ordena también de convivir con los no-musulmanes. Allah nos dice cómo situarnos en relación con la gente del Libro:

Di: ¡Gente del Libro! Venid a una palabra común para todos: Adoremos únicamente a Allah, sin asociarle nada y no nos tomemos unos a otros por señores en vez de Allah.Y si vuelven la espalda, decid: ¡Sed testigos de que somos musulmanes! (Aal Imran 3:64)

Así pues, la meta es de llegar a un respeto mutuo. Al final tenemos que vivir juntos, por muy enfadados que esto ponga a los extremistas de todos lados.

Además, Allah enseña al creyente en Su Libro:

Y no insultéis a los que ellos, fuera de Allah, invocan; no sea que ellos insulten a Allah por reacción hostil y sin conocimiento. Así es como hemos hecho que a cada comunidad les parecieran buenas sus acciones, luego habrán de volver a su Señor que les hará saber lo que hacían. (Al An’aam 6:108)

Un ambiente de burla no es lo que Allah quiere que se desarrolle entre Sus siervos y los que no tienen el regalo de conocerle. Como el círculo de la burla y del odio es difícil de romper, Allah ordena a los musulmanes de no empezar en ello. El sabio Ibn Taymiya dice acerca de este ayat: “Es conocido que los politeístas (de Arabia en tiempo de la Yahiliya) adoraban a los dioses de su panteón tanto como adoraban a Allah (el cual era también en su panteón). Quizás amaban a los otros dioses más que a Allah, y por esto no le daba vergüenza reírse de Allah cuando uno se reía de su panteón. Es por ello que Allah ordenó:

Y no insultéis a los que ellos, fuera de Allah, invocan; no sea que ellos insulten a Allah por reacción hostil y sin conocimiento. (Al An’aam 6:108)

Conclusión

Albert Einstein dijo: “Cualquier idiota con un mínimo de inteligencia puede hacer que las cosas sean más grandes, más complicadas, y más violentas. Pero se necesita una pizca de genialidad -y mucho valentía- para mover las cosas en la dirección opuesta”.

Con todas estas declaraciones apocalípticas acerca del restablecimiento de la Shari’a y la instauración de un nuevo Califato que escuchamos hoy en día, lo que se echa mucho de menos dentro de nuestra Umma es entender y hacer nuestro lo que los grandes hombres del Islam llevaban en sus corazones.

Volvemos entonces a nuestra pregunta: ¿dónde hemos dejado este entendimiento?

La respuesta debe necesariamente pasar por la educación, el conocimiento de nuestro Din, y el arte de convivir con el otro que está contenido en El Corán y la sunna de nuestro Profeta, sallallahu ‘aleyhi wa sallam.

Como musulmanes no debemos de tomar las armas y conquistar países y pueblos, sino ver nuestra tradición, elevar nuestro adab, nuestro comportamiento, y estar presente y ayudando a los que, en nuestro alrededor, necesitan ayuda. Esta es la receta para que los musulmanes vuelven a ser sinónimo de progreso, para que volvamos a ser el motor de una sociedad mejor, más justa, para nosotros mismos y la humanidad en su integridad. Entonces  habremos cumplido con el papel que Allah ha prescrito para nosotros en Su Libro:

Sois la mejor comunidad que ha surgido en bien de los hombres. Ordenáis lo reconocido, impedís lo reprobable y creéis en Allah. (Aal `Imran 3:110)


Publicación relacionada