Por: Sulaiman Busby
Cuando fui a Bahrain por primera vez, esperaba descubrir las costumbres de Oriente Medio. Pero esto no fue nada fácil, ya que te encuentras rodeados de extranjeros de todas las nacionalidades y creencias. Están aquí para trabajar, para conseguir sus objetivos y esto no es lo que nosotros esperamos de ellos, no es lo que pensábamos encontrar. Por lo que al principio el Islam es algo desconocido y oculto para los que vienen al Golfo; durante mucho tiempo yo no conocí nada de Islam. Escuchaba el Adhan y me gustaba mucho, preguntaba por su significado, pero aun así no era más que información. Era como hacer turismo.
Ramadán en Turquía
Fueron 10 años después cuando viaje de Bahrain a Sharja, Dubai y finalmente a Turquía cuando descubrí algo más. Esto no quiere decir que el Islam en Turquía sea mejor, para nada. La triste realidad es que el Islam en Turquía está oprimido de muchas maneras.
Tras mi llegada a Turquía descubrí que había cosas maravillosas en este país. Tiene una gran historia islámica y es lo que más me sorprendió a primera vista, lo primero que descubrí fue la arquitectura islámica del Imperio Otomano. Pero no fue hasta después de un tiempo cuando empecé a conocer a su gente.
Llegó Ramadán, yo ya lo había vivido muchas veces en el Golfo, pero no le había prestado atención, como hacen la mayoría de los occidentales. Solía ser un inconveniente para mí, no poder pedir algo de beber durante el día. Sin embargo, en Turquía sentí algo diferente, algo más. Me di cuenta de que justo la gente que ayunaba era la que me había gustado más. Había una relación evidente entre la mejor gente y la gente que ayunaba. Mostraron ser los mejores musulmanes, y me sentí atraído, por lo que me uní a ellos.
Empecé a hacer algo que parecía extraño, empecé a ayunar sin ser musulmán. Fue gratificante en muchos sentidos, un reto en otros, pero muy gratificante. Disfrutaba del ayuno, sobre todo los momentos antes del Adhan de Maghirb (la oración de la puesta de sol), cuando esperaba en silencio con la gente que había ayunado, y que había trabajado durante el día porque en Turquía no hay permisos especiales para Ramadán.
La gente ayuna y trabaja todo el día, yo también hice esto y estaba impresionado. Me sentí muy realizado y me inspiró a estudiar más.
Leer el Corán
En esta época, me regalaron mi primer Corán, traducido por Yusuf Ali, por lo que pude entender algo de lo que ponía. Me quedé impresionado al leerlo, porque no había nada extraño en el. Esperaba encontrar… no sé… misticismos de Oriente o esas cosas que se imaginan los occidentales. No había nada raro, de hecho descubrí que no era como la Biblia.
Nunca he llegado a comprender la Biblia. Para mí estaba llena de contradicciones, ciertas historias no muy adecuadas y que no parecían transportar el mensaje de Cristo. El mensaje de Jesús no estaba presente en la Biblia, solo en algunas partes. Más adelante estudié esto en profundidad y ahora entiendo el porqué, pero no cambiemos de tema, lo importante aquí es que el Corán tenía sentido.
Así que lo leí y leí también la biografía del Rasul, la vida del Profeta Muhammad (la paz y bendiciones sean con el) y esto también me inspiró. Era muy interesante porque fue un gran hombre en la historia, por lo que había hechos, algo a lo que yo me acogía al ser un occidental interesado en la lógica. Empecé a seguir lo que ponía, pero realmente nadie me hacía da’wah, nadie intentaba convencerme de que debía cambiar mis hábitos. Me convertí en lo que se puede llamar “un investigador abstracto del islam” ¡podría hasta haber conseguido un diploma en estudios islámicos! Pero esto no sirve de mucho si no haces nada con ello, y desafortunadamente yo no lo hacía.
De vuelta en Dubái
Tras mi regreso de Turquía a Dubái, por Allah, empecé a trabajar para personas excelentes y el que era mi jefe se convirtió en uno de mis grandes amigos. Por la tarde, cuando salíamos del trabajo conversábamos mientras cenábamos, aunque también lo solíamos hablar en el trabajo. Me enseñaba lo que debía estudiar que era correcto, me mostraba la gente adecuada para hablar e intentaba contestar a mis preguntas de la mejor manera posible.
El podía ver que todas las objeciones que ponía tenían que ver con la lógica, todas estas cuestiones sobre costumbres y prácticas, todo lo que me había aportado mi educación secular. Nunca había sido cristiano, era agnóstico. Seguí haciéndole preguntas, y no todas me las podía contestar él.
Afortunadamente, un año después un grupo de empresarios musulmanes europeos que querían comenzar un gran proyecto vinieron a verle. El proyecto se basaba en querer introducir el Dinar de oro islámico como la moneda de los musulmanes. Esto era, y aún lo es, un deseo desmesurado y una gran meta. Mi compañero vino a mí y me dijo:
“Tú eres un hombre de finanzas, ¿qué opinas sobre esto?” Estos son unos musulmanes europeos que quieren poner en práctica una parte del Islam. Lo que opinan es que no se puede pagar el Zakah, a no ser que haya un dinar de oro para hacerlo. Solo tenemos cuatro pilares del islam, y hay que buscar el quinto por nuestros propios medios.
Y me preguntó: “¿qué opinas de esto?”
Yo había aprendido todo sobre el islam y lo que significaban los pilares y dije:
“Qué tontería, no lo van a conseguir, no van a poder vencer el sistema financiero internacional y van a fracasar”.
Y me dijo: “Pues ve y les dices esto mismo a ellos”.
Creo que en ese momento yo estaba de mal humor y dije: “Claro, se lo diré”.
Y entonces me llevó a donde estaban estos hombres.
Los musulmanes europeos y mi shahadah
Eran españoles y alemanes que hablaban muy bien inglés. Eran muy educados, muy sabios y grandes eruditos que se habían convertido al islam hacía 10 o 20 años, y tenían mucho conocimiento. Estos hombres siguen haciendo da’wah por todo el mundo. Así que hablamos, fuimos a un restaurante y conversamos.
Empezamos a cenar y les hice mis preguntas, que por primera vez tuvieron respuestas a las que yo no podía desafiar. No me contestaban únicamente de un punto de vista religioso, sino también del punto de vista lógico y científico que yo tenía y del que nacían mis objeciones sobre estos temas religiosos y filosóficos.
Era la una de la mañana de un miércoles por la noche cuando me preguntaron “entonces, ¿tienes alguna pregunta más?”
Les contesté: “No, me he quedado sin preguntas”.
Y dijeron: “¿Y ahora qué, vas a hacerte musulmán?
¿Qué podía decir entonces? Solo podía decir que sí.
Así que me invitaron a ir a su casa el viernes, dos días después. Fui bien preparado, y me dieron los últimos consejos que necesitaba saber sobre el rezo y el wudu/ghusul. Fuimos a la mezquita de Jumeirah donde pronuncié mi shahadah. Me dieron miles de abrazos, estaban encantados, nunca había visto a gente tan feliz, nunca, ni en mis fiestas de cumpleaños, ni en las reuniones cristianas ni en ningún otro lugar, tanta gente feliz y estaban felices por mí.
Esta es mi historia, espero no haberos aburrido. Me queda una sola cosa por decir. Aquellos de vosotros que nacisteis musulmanes, alhamdulillah, fuisteis bendecidos y espero que lo valoréis como un gran regalo que os fue dado al nacer, un regalo maravilloso.
Si te has convertido como yo, enhorabuena también, alhamdulllah, siempre alhamdulillah. Espero que tu historia sea maravillosa para tí, ya fuese un descubrimiento repentino o un camino de preguntas retorcidas como el mío, sea como sea espero que te haya llevado al camino correcto.
Si no eres musulmán, tengo también algo que decirte. Mírame ahora, un hombre viejo y feo pero muy feliz, más feliz y satisfecho que en toda mi vida. Todas esas dudas y miedos, todos mis deseos y anhelos por cosas materiales insignificantes, sin importar lo que conseguiría en 70,80 o 90 años, lo daría todo. Lo he cambiado por algo eterno.
No voy a daros lecciones, si no quieres escuchar no tiene que hacerlo, pero mira lo que muestra mi rostro, soy feliz, tú también puedes serlo, piénsatelo.
En este vídeo nos lo cuenta Sulaiman (en inglés)
Fuente: aboutislam.com