Autor: Ruqaiyyah Waris Maqsood – Tradución, TS
A todos nos gusta pensar que somos libres, y que tenemos libertad de elección cuando tomamos nuestras decisiones, pero miremos por un momento a la realidad de la situación. ¿Hemos nacido realmente para ser libres? Y si fuese así ¿de qué forma? ¿Qué significa para nosotros?
Para empezar, la cantidad de libertad que realmente tenemos es bastante más limitada de lo que pensamos. Empecemos por un simple ejemple que todos podemos entender, aquellos que concierne a nuestro cuerpo. ¿Cuánta libertad tenemos sobre bostezar, o estornudar, o sudar, o sangrar, o respirar o digerir o evacuar excrementos? ¿Cuánta libertad tenemos sobre lo que podemos ver, oír, sentir o sobre cómo poner en funcionamiento nuestros músculos y cuerpo?
Yo solía ser capaz de correr detrás de un autobús y de subir montañas, pero no importa cuánto yo insista que soy libre de hacer eso mismo ahora, ya no puedo hacerlo. Ya no puedo ni elegir levantarme a veces; si he estado escribiendo durante un largo periodo de tiempo y mis piernas se han dormido, no puedo hacerlo. No tengo control alguno sobre lo que ocurre dentro de mi cuerpo –no tengo ni idea de cómo mis hígados extraen la suciedad de la sangre, o cómo saben lo que es necesario y lo que se puede descartar. No tengo ni idea de lo que hace latir mi corazón o cuando se parará. No puedo elegir si salivo, orino, coagulo, se repiten procesos, me deterioro o desintegro.
Consideremos la gente con la que estoy emparentada. No tuve ninguna libertad para elegir a mis padres, mis abuelos, mis hermanos o hermanas. No he podido elegir mi formación genética. Intenté elegir cuándo nacerían mis hijos, pero esto no salió como esperaba… Y no tenía idea de qué sexo tendrían mis hijos. Hay gente que dice que es cuestión de tiempo hasta que seamos capaces de manipular la genética para producir niños bajo pedido, pero, aun así, la pequeña persona producida no habrá tenido ninguna elección de cómo será físicamente. Cuando consideras todo esto, no parece que los humanos tengan mucho espacio para libertad ¿no es así?
Y aun así, la creencia en la libertad del ser humano es una de las principales cosas que Dios ha revelado a través de los tiempos. En el Islam se nos dice que es algo que Dios garantizó a los seres humanos y no a los ángeles. Quizás no seamos capaces de elegir cómo seremos físicamente, pero sí podemos elegir de acuerdo a nuestra actividad y alma. Dios nos pide que tomemos control de nosotros mismos, hagamos algunas elecciones particulares o actuemos de manera concreta, pero Él nunca nos fuerza. Ni siquiera tenemos que creer en Él, y puede que decidamos desobedecerlo o ignorarle. Millones de personas lo hacen.
Al parecer no somos robots programados. No reaccionamos todos igual antes determinadas circunstancias; alguno son menos egoístas, generosos, perdonadores, útiles o capaces de lidiar con cosas que otros. Pero no tenemos que serlo. Si vemos a una señora mayor andando con bolsa pesadas y esforzándose por subir una cuesta, podemos elegir si queremos ir y ayudarle, empujarla y robarle, ignorarla o insultarle y salir corriendo. Esto nos lleva a un pensamiento interesante. Nos podemos entretener pensando en que haría una determinada persona con la señora mayor con las bolsas. Pero todos tenemos un sentimiento de deuda, creemos que sabemos que haría una buena persona, una persona religiosa, una persona con consciencia.
Cuando decimos que una persona debería de hacer algo, asumimos que esa persona es libre y capaz de hacerlo. Es casi irrelevante decir que alguien debería ayudar a la señora mayora de las bolsas, si, por ejemplo, esa persona está en la cárcel, inconsciente o viviendo en cualquier otro sitio. ‘Deber’ hacer algo, implica ‘poder’ hacerlo. Ahora, si Dios puede hacer cualquier cosa que quiera, entonces sería perfectamente posible para él controlar nuestras mentes y elecciones. Este es una asunto que hasta cierto punto está dentro del alcance del ser humano, por lo que mucho más al alcance de Dios.
Fuente: Reading Islam, onislam.net