Por: Redacción
Vivimos en un mundo donde millones de personas dudan de la existencia de Dios: un mundo de ciencia y tecnología en el que las personas solo aceptan lo que pueden probar, ver, medir, pesar o tocar. Se entiende que los conceptos abstractos son aceptados con precaución. La creencia en la existencia de Dios es, por lo tanto, tratada con sospecha, desdén y a menudo con curiosidad. Ciertamente, la mente occidental sofisticada exige más que nebulosas teorías no comprobadas sobre las cuales basar la fe. Sin embargo, si visitas cualquier país del mundo descubres que la mayoría de la gente cree que existe un Ser sobrenatural (lo llamaremos Dios). En otras palabras, los creyentes en un Dios de algún tipo superan en número a los incrédulos. Muchas personas creen que hay miles de dioses, no solo uno: aunque estarán de acuerdo fácilmente en que, por encima de los dioses menores, hay Un Dios Todopoderoso.
Un punto importante que debemos entender en primer lugar es que la existencia de Dios no se puede probar de la misma manera en la que se prueba la existencia de un objeto físico. Esto es simplemente porque Dios no es un objeto físico. Cualquier objeto físico está sujeto a tus cinco sentidos. Dicho de forma simple, puedes ver, oír, oler, tocar o probar un objeto físico. Esto no es posible en el caso de Dios, ya que Él (Subhanahu wa Ta’ala / swt) es un Ser Trascendental [que existe en un nivel más allá de nuestra percepción sensorial].
Hay personas que argumentan que la única forma de conocimiento disponible para los humanos es el conocimiento experiencial o el conocimiento experimental, obtenido principalmente por el uso de los sentidos externos. Esto ha llevado a la creencia de que los seres humanos están constituidos de tal manera que el conocimiento de la realidad no es posible para ellos, y esto ha resultado en una renovación de la atención al mundo cotidiano de las apariencias. El conocimiento del aquí y el ahora se ha convertido en el único objeto de conocimiento y preocupación de los humanos. Por lo tanto, desde este punto de vista, el proyecto de buscar el conocimiento de la realidad detrás de las apariencias debe abandonarse, porque está más allá del alcance de la comprensión humana.
Ahora pensemos: ¿no puede haber una forma de «ser» [existir] que no sea susceptible de ser percibida por las capacidades limitadas de los humanos a través de sus sentidos defectuosos?
Esperamos que las implicaciones de las dos expresiones utilizadas arriba [‘capacidades limitadas‘ y ‘sentidos defectuosos‘] sean evidentes para cualquier persona que piense. La pretensión de que algo no existe porque no lo has visto o escuchado es insostenible. Cuando consideramos las limitaciones de nuestra percepción sensorial y de nuestras capacidades de razonamiento, no es necesario que comprendamos todo. Podemos hablar significativamente sobre todo simplemente sobre la base de nuestra percepción. Por lo tanto, hablar de «prueba» con respecto a un Ser Trascendental se vuelve irrelevante.
Lo que podemos hacer es señalar hechos que conducen a una conciencia constante e ineludible de la presencia de Dios. Está claro que, lógicamente, no podemos descartar la posibilidad de que existan más cosas de las que nuestros sentidos perciben o lo que nuestro razonamiento puede alcanzar.
En cuanto al Hombre, su existencia tiene dos dimensiones: una material y otra espiritual. Reducido simplemente al nivel de existencia material, el Hombre se convierte en una máquina o en un mero animal, en el mejor de los casos. Pero pensemos en una máquina que se rebela contra ser una máquina; o de un animal que se niega a ser un animal. ¡Eso es lo que es el hombre! ¿Qué es lo que lo hace rebelde, enfada, decepciona, asusta o esperanza? ¿Cuál es la dimensión que le da su imaginación, su genio artístico, su impulso creativo? ¿Por qué tiene pesadillas y dulces sueños?
No es la materia lo que produce esto; es evidente que es su espíritu el que lo hace tan diferente de los animales. Por lo tanto, basar nuestro conocimiento del mundo y nuestra filosofía de vida simplemente en el lado material de nuestra existencia y la consecuente completa exclusión de la dimensión espiritual, es indudablemente defectuoso. La fuerza del Islam como filosofía y como forma de vida es que no separa la vida material del hombre de la vida espiritual, y que busca un equilibrio entre las dos dimensiones de la existencia humana.
Deberíamos entender que el espíritu humano es una realidad inconmensurable con las realidades materiales, y que debe su existencia solo a Dios. Así, si meditamos sobre los fenómenos del mundo que nos rodea y sobre la complejidad de nuestra propia existencia, estamos obligados a concluir que Dios es la Realidad detrás de todas las apariencias. El Corán dice en la Surah 2, verso 164, lo siguiente:
Ciertamente en la creación de los cielos y de la tierra, en la sucesión de la noche y el día, en la nave que navega en el mar y de la que los hombres se benefician, en el agua que Allah hace descender del cielo con la que vivifica la tierra después de haber estado muerta, en cómo se han diseminado por ella toda clase de criaturas y en el cambio de dirección de los vientos y de las nubes sometidas entre el cielo y la tierra, hay signos para una gente que entienda. (Baqarah, 2:164)
Es decir, los signos externos que vemos en el universo necesariamente deben llevar a una persona sabia a la Realidad Última detrás de todo. Y así es como llegamos a la comprensión de que Dios Todopoderoso es el Poder en Movimiento detrás de toda la vida y toda la existencia.
Fuente: http://www.truth-seeker.info Traducido y editado por Truth Seeker Es