Por: Jamal Hardwood
Las preguntas sobre la naturaleza de Dios, la existencia del Infierno, el Paraíso o los Ángeles, nos pueden causar alguna dificultad porque no podemos percibirlos. ¿Es posible probar su existencia a pesar de nuestra no los percibamos con los sentidos?
Comencemos con la existencia de Dios. La existencia de Dios se puede probar contemplando todas las cosas conocidas, y deduciendo que todas son limitadas y dependientes. La suma de todas las cosas limitadas y dependientes es limitada o finita y todas las cosas finitas tienen un principio y un final. Todas las cosas finitas deben haber sido creadas y es necesario una fuerza externa llevar algo a un estado de existencia desde la no existencia.
Todas las cosas dependientes no son autosuficientes, por lo tanto requieren de una fuerza que la mantenga, ya que no mantienen la existencia por sus propios medios. Esta fuerza que hemos identificado, a través de pruebas racionales, la hemos llamado a Dios o Allah. Esta prueba ha llegado a través de examinar todo desde nuestra percepción, de modo que cumple con nuestros criterios de percepción. El hecho de que Dios es infinito y autosuficiente y que no podemos percibir la naturaleza o descripción de Dios no es un motivo de preocupación para probar la existencia de Dios. Y pasar tiempo tratando de percibir lo que no podemos (lo infinito y autosuficiente desde una perspectiva finita y dependiente) es contra productivo y no llevará a la «tranquilidad mental».
Hemos presentado un argumento que nos hacer estar convencido intelectualmente de la existencia de Dios. También debemos examinar si esto está de acuerdo con la naturaleza del hombre.
El hombre tiene ciertos instintos y necesidades orgánicas, cuya satisfacción persigue constantemente. Las necesidades orgánicas son la comida y la bebida, sin las cuales el hombre moriría. Los instintos pueden clasificarse como tres: supervivencia o autopreservación, procreación o sexual, y religiosidad.
Podemos ver claramente ciertas manifestaciones o rasgos en el hombre que reflejan su deseo de satisfacer estos instintos.
El hombre adquiere bienes y objetos agradables, le gusta tener propiedades, quiere un trabajo y un ingreso, puede ser codicioso, y puede ahorrar para el futuro tratando de satisfacer su instinto de supervivencia. Del mismo modo, la compasión, el afecto, el amor, el matrimonio y las tendencias sexuales son expresiones del instinto de procreación en el hombre. El deseo de adorar, santificar, reverenciar o acercarse a algo de mayor poder o influencia es parte del instinto religioso del hombre.
En un mundo muy material y secular muchos negarían el instinto de la religiosidad en el hombre. Pero los hechos no apoyan esta opinión. Incluso en las sociedades ateas más reconocidas, como la Rusia comunista, en la cual el credo del comunismo niega la existencia de un Creador, encontramos bustos y estatuas de hombres expuestas de forma prominente para satisfacer el deseo del hombre de mirar hacia algo más grande que él. El hombre ha ido en algunas sociedades de la adoración del Creador al culto de hombres como Lenin o Marx. En Occidente la situación no es diferente con el hombre a menudo venerando a políticos, empresarios influyentes, celebridades, la realeza, o incluso personalidades deportivas. Tal situación de adoración humana no es en última instancia satisfactoria, ya que todos los hombres son igualmente limitados y dependientes y ningún hombre no puede afectar el destino final del hombre. Vemos a políticos y filósofos cometiendo errores, los empresarios a veces fallan y ningún deportista puede alterar su destino.
Si el hombre debe satisfacer su instinto religioso, sólo debe reverenciar lo que tiene control sobre él y a lo que finalmente regresará. Adorar o reconocer la relación con Dios significa que el hombre tiene un enfoque particular en la vida, el de reconocer sus defectos y buscar la guía para todos los asuntos de la vida desde la única fuente con absoluto conocimiento y comprensión. Adorar solamente al Creador, el que tiene conocimiento y control absoluto es la única forma verdaderamente satisfactoria de adoración, totalmente de acuerdo con el instinto del hombre para la religión. La adoración, venerar a otros hombres o cosas materiales, como el dinero, es intelectualmente débil y no satisface nuestros instintos.
Mientras que el hombre puede creer en la existencia de Dios mediante el uso de sus emociones instintivas, esto puede ser poco fiable y peligroso dado que las emociones cambian y pueden llevar a errores en las creencias y acciones que llevamos acabo. En la historia vemos muchos ejemplos de hombres que se equivocan al creer fantasías o supersticiones, o atribuir cualidades humanas a Dios, hablando de un hijo de Dios, de Dios reencarnado, etc. Todo lo cual es falso y puede conducir fácilmente a la incredulidad. Por esta razón es muy importante que el creyente esté convencido intelectualmente de la existencia de Dios, no sólo a través de la emoción instintiva. El creyente debe estar convencido intelectualmente de la existencia de Dios o de lo contrario las emociones que causan la creencia podrían ser alteradas adversamente. Los conceptos de los que la gente está convencida no cambiarán a menos que se proponga un argumento intelectual más fuerte, por lo que el uso de la mente es necesario para una comprensión y una creencia duradera.
Es cierto que en la creación de los cielos y la tierra y en la sucesión del día y la noche, hay signos para los que saben reconocer la esencia de las cosas. (La Familia de Imran, 3:190)
El Corán incluye cientos de versos que dirigen al hombre a mirar y contemplar profundamente el universo y la creación, a estudiar sus interrelaciones y atributos que guían a la creencia en el Creador, mediante el uso de la mente y la razón.
Ciertamente en la creación de los cielos y de la tierra, en la sucesión de la noche y el día, en la nave que navega en el mar y de la que los hombres se benefician, en el agua que Allah hace descender del cielo con la que vivifica la tierra después de haber estado muerta, en cómo se han diseminado por ella toda clase de criaturas y en el cambio de dirección de los vientos y de las nubes sometidas entre el cielo y la tierra, hay signos para una gente que entienda. (La Vaca, 2:164)
Este es el principio de la creencia islámica, y, a partir de aquí podemos deducir y contemplar los fundamentos de la creencia completos.
Fuente: Basado en un extracto del libro Faith and Progress, del mismo autor. Traducido y editado por Truth Seeker Es