Por: Raymond Tallis
La noción de que los ordenadores pueden pensar, o que algún día lo harán, está arraigada en uno de dos malentendidos complementarios. El primero se relaciona con la naturaleza de los ordenadores y el segundo con la naturaleza del pensamiento. El hecho de que estos malentendidos hayan tenido una influencia tan poderosa en las mentes de muchas personas que, por otro lado son muy inteligentes, se debe a la tendencia a entender metáforas útiles -describir qué hacen los ordenadores y cómo lo hacen- como una verdad literal.
Consideremos, primero, el malentendido sobre la naturaleza de los ordenadores. La mayoría de las personas estará de acuerdo en que los ordenadores de hoy no son conscientes: el último Super-Cray con incontables gigabytes de memoria no es menos zombi que una calculadora de bolsillo. Pero existe la sensación de que en algún momento, como resultado del aumento del poder computacional y en algo llamado «complejidad», el artefacto que posee este poder y esta complejidad despertará a su propia existencia o, al menos, experimentará la transacciones que tienen lugar en, a través y alrededor de él.
Debemos tratar esta declaración con extremo escepticismo porque aquellos que dicen que los ordenadores conscientes están a la vuelta de la esquina, no pueden decir qué características tendrán además de las que poseen nuestros ordenadores actuales inconscientes. En los años ochenta y noventa hubo una moda para invocar arquitecturas alternativas, en particular, el procesamiento paralelo en lugar del procesamiento en serie, como base para las computadoras que serían conscientes de sí mismas. Esta moda ya pasó y el armario conceptual de los ordenadores conscientes que está a la vuelta de la esquina está ahora vacío. Por lo tanto, no tenemos ninguna razón para esperar que los ordenadores sean nada más que dispositivos extremadamente complejos en los que los impulsos eléctricos inconscientes entren y salgan de circuitos eléctricos inconscientes e interactúan con cualquier cantidad de dispositivos conectados directa o indirectamente a ellos.
En cuanto al pensamiento, esto ha sido incluso más profundamente incomprendido. Hay quien ha argumentado que el pensamiento no requiere conciencia, por lo que los pueden pensar puedan pensar, o puedan pensar algún día, aunque nunca sean conscientes. Los pensamientos, al igual que otras actividades llamadas conscientes, son meras estaciones de camino causales entre inputs tales como la experiencia sensorial y outputs como el comportamiento. No tienen que ser conscientes; de hecho, la conciencia no contribuye en nada a su eficacia causal. No se requiere ningún equipo ni argumentos sutiles para demostrar que esto no tiene sentido. Todo lo que necesitas es centrarte en los pensamientos que estás teniendo ahora. Negar que el pensamiento es consciente es auto refutación: no puedes negar la conciencia de tus pensamientos sin ser consciente de hacerlo. Y afirmar que el pensamiento consciente, o incluso la conciencia, no tiene un papel central en nuestras vidas, pertenece a un comportamiento extremo que no puede explicar ni siquiera el comportamiento humano ordinario.
Entonces no se puede decir que un ordenador inconsciente está pensando. Puede ayudarnos a pensar, pero no es reflexivo. Exactamente igual que un reloj puede ayudarnos a saber la hora, pero de por sí no sabe la hora. Por supuesto, podemos lograr muchas cosas sin pensar; y los ordenadores sin consciencia pueden ser enormemente efectivos para aumentar nuestra capacidad de actuar sobre el mundo. El pensamiento es innecesario para la operación de ordenadores (muy potentes) y no hay nada intrínsecamente reflexivo sobre la actividad computacional. Esto, sin embargo, solo resalta la diferencia entre esto último y la conciencia. Hay muchas formas en que la conciencia, y en particular la conciencia reflexiva, no es computacional. Aquí hay uno: cuando pensamos en algo, nuestros pensamientos se basan en un dominio ilimitado de conciencia, aunque nosotros mismos podemos intentar restringirlo: eso se llama «concentración». El «yo» esforzado que trata de encontrar la forma de llegar a Londres por la ruta más rápida, agradable y conveniente no tiene nada en común con el software de planificación de viajes que tiene esto como su única función y no tiene idea de lo que está haciendo o lo que tú estás haciendo o por qué.
Nada de esto debería ser explicado. Entonces, ¿cómo surgió la noción de que los ordenadores puedan «algún día» ser pensadores conscientes y que la conciencia, especialmente la conciencia reflexiva, es computacional? La respuesta está en el lenguaje que usamos para describir los ordenadores, nuestras mentes y nuestro cerebro. Como dijo Wittgenstein en sus Investigaciones filosóficas póstumas: «Una imagen nos mantuvo cautivos. Y no podíamos salir de ella porque estaba en nuestro idioma y el lenguaje parecía repetirnosla inexorablemente». La clave para entender los delirios sobre los ordenadores y la conciencia es ver el mal uso de la palabra «información». Las computadoras, las mentes y los cerebros están, según nos dicen, todos en el mismo oficio, a saber, procesar información. La mente es simplemente un software implementado en el hardware (o «wetware») que es el cerebro. Lo que parece escaparse es que la palabra «información» tiene un significado diferente en diferentes contextos y que el significado computacional de la información, como señaló Warren Weaver, uno de los grandes fundadores de la teoría de la información, tiene poco que ver con cómo se usa la palabra en la vida cotidiana. No debe confundirse con el uso ordinario, que se refiere al conocimiento conscientemente comunicado entre seres humanos conscientes.
Las palabras sabias y pertinentes de Shannon han sido ignoradas. Las consecuencias intelectuales han sido nefastas. Aprendemos que hay «información» en el mundo material, por ejemplo en la luz que llega a la retina; esa experiencia sensorial es información (de modo que tomar el sol es realmente recibir información); y que partes del cerebro «informan» a otros partes del cerebro y que la mente cerebro es un procesador de información. El mismo embrollo contra el que advirtió Shannon ha permitido que la actividad mental, como el pensamiento, se separe de la conciencia en las mentes de algunos de los pensadores más destacados del momento. Por lo tanto, es posible entretener la tonta noción de que una computadora, el asistente inconsciente de seres humanos conscientes, puede hacer cosas conscientes como pensar, o lo hará algún día.
Desde un punto de vista islámico, esto es una noción totalmente imposible, puesto que la conciencia es lo que Dios ha entregado al ser humano y que lo diferencia del resto de la creación, incluso de lo ángeles. Es el momento en el Corán en que el Dios dice a los ángeles que le ha enseñado al Adam el nombre de todas las cosas… esto es, que le ha enseñado a pensar de forma consciente.
Fuente: https://www.theguardian.com/ Traducido y editado por Truth Seeker (el último párrafo no está en la versión original)