Por: Equipo Editorial
En los siguientes Ayats de Su Noble Libro, Allah dice a los ángeles:
Voy a crear un ser humano a partir del barro.
Y cuando le haya dado forma y haya insuflado en él parte de Mi espíritu: ¡Caed postrados ante él!
Y todos los ángeles se postraron,
Aunque no así Iblis que se ensoberbeció y fue de los renegados.
Dijo: ¡Iblis! ¿Qué es lo que te impide postrarte ante quien he creado con Mis manos? ¿Te consideras demasiado grande para ello o es que estás entre los altivos?
Dijo: Yo soy mejor que él, a mí me creaste de fuego y a él lo has creado de barro. (Saad;71-76)
Los ángeles, creados a partir de luz, marcados con el signo de nobleza, deben postrarse ante Adán, hecho de barro, prisionero de su materialidad. ¿Por qué? Porque Allah le ha insuflado parte de Su espíritu. Es esta luz que Allah pone en Adán, esta realidad fundamental del ser humano, la que da al hombre nobleza.
Entonces, ¿qué es el Alma? Ibn ‘Ajiba responde: « el espíritu es el agente de la “insuflación”. En cuanto al alma animal, es creada en el feto antes de que el espíritu sea insuflado. Gracias al alma sobreviene el movimiento, y el alma acompaña necesariamente al cuerpo físico. La muerte les separa; entonces, el espíritu sale primero y el alma deja de ser, y se acaba la vida ».
Más allá de esta parte animal del alma atada al cuerpo, existe otra que puede ser transformada bajo influencia del espíritu. Son muchos los Ayats del Corán que muestran cómo la dimensión corporal del ser humano puede ser engañosa, como hemos visto con los ángeles. Por lo que también puede ser engañosa para el alma, identificándose demasiado con esta dimensión corporal y olvidándose de su naturaleza primordial, su esencia luminosa y espiritual.
En el Corán, Allah habla del ser humano creado de barro, describiéndolo como un coágulo de sangre. A primera vista, no parece muy noble. Y es precisamente esa apariencia mediocre que causa la rebelión de Iblis. Con esta rebelión, Iblis nos deja ver una de sus cualidades esenciales, la cual niega la realidad espiritual del ser humano, solo viéndolo a través de su apariencia externa. Con este acto de auto-afirmación, Satán es privado de su grado espiritual, y se convierte en una fuerza psíquica en continua auto-afirmación. Su caída simboliza la manifestación de un ego que no para de crecer, lo que necesariamente implica una disminución de la capacidad de la conciencia, hasta llegar a limitarse a los módulos sensitivos. Aquí podemos ver la separación entre la superficie de las cosas, y su naturaleza profunda.