Por: Redacción
El lugar de inicio de cualquier religión es la admiración. El solo misterio de nuestras vidas requiere una explicación. Desde las nubes de gas que flotan en el espacio interestelar a las minúsculas partículas subatómicas; hemos de entender el campo de acción en el que hemos sido puestos si queremos saber cómo vivir. “La vida no contemplada no merece ser vivida” dijo Sócrates. Y esta cuestión es siempre verdadera, siempre igual de urgente. La religión, como la única forma de encontrar una respuestas a esta pregunta, es de esta manera la tarea más importante, en un sentido, la única actividad significativa para el hombre.
La filosofía intenta ascender y se frustra. La religión desciende desde los Cielos, y, si no se corrompe a manos de los hombres, no puede llevar a una correcto entendimiento de nosotros mismos y nuestra misión. Y no es inaccesible puesto que en todas las naciones enla historia han surgido profetas que llamaban a los hombre a la purificación, el conocimiento y la salvación. Es cierto que sus mensajes puede que no haya sido excatamente los mismos. Es cierto que en ciertos momentos es posible que haya surgido la inotlerancia y la guerra. Pero todavía podemos contemplar suficiente de sus enseñanzas originales como paa concluir que los fundadores de las grandes religiones de la humanidad compartían una visión común: la experiencia del estado absoluto del Ser que nosotros llamamos Dios.
La consciencia que compartían los profetas en la historia se ha expresado de la mejor manera en un gran variedad de mundos culturales diferentes. Pero en la inaguración de toda nueva Revelación era la misma energía la que operaba, el secreto Divino llamado por algunos el Logos, por otros la Luz de Muhammad: el punto no creado de contacto entre lo Absoluto y lo contingente, el Creador y la creación. De acuerdo a las enseñanzas de la más reciente manifestación de esta fuerza en la persona del Profeta del Islam, Muhammad, que la paz sea con él, ha habido ciento veinticuatro mil persona con esta capacidad. Algunos fundaron religiones, otros corrigieron tradiciones religiosas presentes en sus sociedades, pero en todos casos la experiencia transformativa de Dios era la misma.
El proceso de la revelación añadió una dimensión esencial a la estructura del mundo creado. Tal y como el universo esta hecho de un sistema de opuestos, la luz y la oscuridad, lo denso y lo ligero, arriba y abajo, la intervención de lo Trascendente introdujo la oposición entre “gravedad y gracia” o el materialismo como opuesto de una preocupación con el significado y la agudeza espiritual. El centro de esta nueva oposición fue el hombre quien, por la importancia determinante del proyecto de la religión, se convirtió en la piedra angular del universo.
En el centro del papel metafísico del hombre está el entendimiento de que aunque constituye el punto potencial de transición entre Dios, Quien está más allá de su comprensión, en el sentido de que Él es Unidad pura y solo es conocido por Sí mismo, y el mundo creado el cual es el lugar de la posibilidad total implicita en la unidad, el hombre está atado por su naturaleza material a lo tangible. Conocer a Dios es renunciar a el mundo solo en lo mundano. Para el hombre de perspicacia religiosa el mundo es un lugar de prueba, de purificación y austeridad, pero no necesariamente un lugar malo o malvado, puesto que viene de Dios. Este entendimiento es al base del normativo proyecto religioso.
De esteo vemos claramente que toda creencia religiosa debe de tener dos elementos fundamentales. Primero, ha de afirmar la unidad absoluta de lo Trascendente; y segundo, ha de afirmar la existencia de una forma de vida que refleja esta unidad y que ayuda a la humanidad a acercarse a ella. En el contexto del Islam, este creencia se llama ‘Los dos testimonios’; que no hay dios más que Dios (la ilaha il-la Allah) y que Muhammad es su Mensajero final (Muhammad rasulu’Lah). En otras palabras, estamos hablando de creencia y práctica.