Por: Shaij Abdalqadir
La raíz HYY, significa: “esforzarse por”, “hacer un viaje espiritual”; significa “Hayy”, puesto que es su propia raíz: “un disputa”, “un solo Hayy, un año”.
En consecuencia podemos darnos cuenta inmediatamente de que se trata de un viaje difícil que al mismo tiempo es un disputa. ¿Qué disputa? Desde el punto de vista del esclavo sí que lo es, ya que desde el principio, cuando el esclavo se ve obligado a ponerse el ihram, el ropaje obligatorio para la peregrinación que consiste en dos piezas de tejido blanco sin costuras, aparece la diputa del nafs que ha permanecido toda su vida en un continua rebelión del yo frente al acto de sumisión que es el Islam.
Los reducidos rituales de este difícil viaje cristalizan la batalla del nafs (el yo) con la existencia y los renovados intentos de este por romper la cadena de la sumisión y recuperar así la ilusión de la libertad. Esto significa, por supuesto, el rechazo del hecho de la mortalidad y el regreso a la fantasía del vivir para siempre sin que, después de la muerte, uno sea responsable de las acciones de este mundo. Desde el punto de vista del Señor, es también “la prueba definitiva” de que el esclavo es el esclavo y el Señor es el Señor.
El Hayy, y su profundamente estructurado, matemáticamente preciso, conjunto de movimientos y detenciones, muestra al buscador un teorema de la actividad total de la existencia en el que la situación de la vida normal puede llegar a parecer caótica o aleatoria. En el Hayy, el hombre o mujer experimentan la vida y el propio yo dentro de una actividad determinada y geométricamente modelada en la que, a pesar de tener a su alrededor a casi dos millones de personas que externamente y al mismo tiempo están involucrados en una misma práctica, hace que cada uno tenga internamente su propia lucha con el nafs para que este abandone de una vez por todas la fantasía de la individualidad y de la alteridad en la que se basa el mundo y toda su conmoción devastadora e increíblemente hermosa. El Hayy es “un año”, un ciclo completo de existencia.
A fin de llevar la cuestión de la disputa un paso más allá, fijémonos en cómo la experiencia total de la vida parece sugerir a la gente que la vida es una lucha y que el enemigo está fuera. El otro, sea hombre, mujer, niño, el entorno, el momento o el acontecimiento, esta “alteridad” del mundo es lo que convierte la vida en una contienda. Ahí fuera está la causa de la angustia que experimento aquí dentro. El Hayy es el rito del desvelamiento que revela cómo, desde un punto de vista, tú eres idéntico a todos los demás, ¿acaso no estás rodeado de miles de personas iguales a ti, vestidas como tú, tan preocupadas como tú lo está, y acaso en ese momento la existencia no es la misma para todos? La circunvalación de la Kaaba, tawaaf, y el camino hacia Muzdalifa es lo que cansa y destroza a todos. El Maestro Rumi ha dicho que el mundo es una montaña y que todo el eco que recibes es el sonido de tu propia voz. Este es uno de los secretos del Hayy. No hay mayor soledad que la de estar en medio de la agitada multitud de Arafat o en la circunvalación de la casa sublime. No hay otro lugar en el que se esté más obligado a seguir el consejo de Shaij Ali al-Yamal: “Relaja la mente y aprende a nadar”.
Fuete: Extracto del libro ‘El camino de Muhammad’, por el mismo autor.