Por: Tariq Ramadán
Desde la naturaleza, hasta los requerimientos éticos y de equilibrio en el comportamiento humano, todo apunta hacia el recuerdo del Creador, cuya primera manifestación es la misericordia y la bondad. Por esto, Él ha revelado Su Libro en nombre de Su benevolencia hacia la gente. La Revelación es un regalo y una responsabilidad, y esto, desde el principio, es uno de los ejes principales de la enseñanza islámica.
El Corán establece un enlace entre Dios y la humanidad, como vemos en los siguientes versículos:
[Allah es] El Misericordioso, quien enseñó el Corán, creó al ser humano, y le enseñó la elocuencia. El Sol y la Luna discurren por órbitas establecidas, y las hierbas y los árboles se prosternan [ante Él]. Él elevó el cielo, y estableció la balanza de la justicia para que no cometáis injusticias. Pesad con equidad, sin mermar en la balanza. Creó la Tierra para sus criaturas. En ella hay árboles frutales, palmeras con racimos de dátiles, granos con su forraje y plantas aromáticas. ¿Cuál de las gracias de vuestro Señor negaréis? (El Misericordioso, 55:1-13)
Es por esto que el elevado lugar del Corán es uno de lo principios básicos de la creencia islámica.
El Corán es la palabra divina revelada a la humanidad -en un árabe puro y claro- y es a una vez un recuerdo, una luz y un milagro (16:103). Es un recuerdo de los mensajes monoteístas del pasado, la luz de la guía divina para el futuro y el milagro de la Palabra eterna e inimitable transmitida a los seres humanos y que es en el centro de su historia.
Desde el principio, el Corán se presenta como un espejo del universo. El término que los primeros traductores occidentales tradujeron como ‘verso’ o ‘versículo’, refiriéndose al vocabularios bíblico, en árabe significa literalmente un ‘signo’ (ayah). De esta forma el Libro revelado, el texto escrito, está compuesto de signos (ayaat), tal y como el universo, como si de un libro abierto antes nosotros se tratase, está repleto de signos. Cuando la inteligencia del corazón, y no solo la inteligencia analítica, leen el Corán y el universo, entonces los dos textos se refieren y hacen eco del otro, y los dos hablan del otro y del Único. Los signos nos recuerdan lo que significa nacer, vivir, pensar, sentir y morir.
Por sus elevado poder evocativo en su forma y contenido, además de por su poder espiritual, el Corán es el milagro del Islam. También representa un inmensa doble responsabilidad para los musulmanes: por las demandas éticas que las enseñanzas coránicas les piden y por ser los representantes de estas mismas enseñanzas ante la humanidad. Esta dimensión está presente desde el principio de la revelación, por lo que el Surah “Al-Muzzammil” (El envuelto en el manto), uno de los primeros revelados, contiene las advertencias
En verdad, te transmitiremos una palabra de gran peso [el Corán]. (El envuelto en el manto, 73:5)
Otro versículo utiliza un poderosa metáfora para expresar el estatus espiritual del Corán:
Si hubiéramos hecho descender este Corán sobre una montaña, la habrías visto temblar y derrumbarse por temor a Allah. Así exponemos a los hombres los ejemplos para que reflexionen. (El Destierro, 59:21)
El texto revelado, la Palabra de Allah (kalam Allah) se presenta como un benévolo recordatorio y como un mandato moral particularmente exigente que difunde inspiración espiritual tanto como estructura la forma definitiva del ritual religioso.
Fuente: Libro del autor ‘Tras las huellas del Profeta’, traducido con ligeras modificaciones editoriales por Truth Seeker