Por: Verislam
Dirán los hombres necios: ¿Qué les apartó de la dirección hacia la que miraban?* Di: De Allah son el oriente y el occidente y Él es el que guía a quien quiere hacia un camino recto.*[Se refiere a Jerusalén, que era la dirección -alqibla- hacia la que rezaban los musulmanes antes de establecerse ésta en Meca.] De este modo hemos hecho de vosotros una comunidad de en medio* para que diérais testimonio de los hombres* y para que el Mensajero lo diera de vosotros. Y la dirección a la que te volvías, la establecimos para saber quién seguiría al Mensajero y quién se volvería atrás. Esto sólo es difícil para aquéllos a los que Allah no ha guiado. No es propio de Allah haceros perder vuestra creencia, es cierto que Allah es Piadoso y Compasivo con los hombres. *[Es decir, justa, equilibrada, en el camino del medio.]*[El Día del Levantamiento sobre su creencia.] (2:142-143)
E hicimos que te descendiera el Libro con la verdad, como confirmación de lo que había en el Libro y para preservarlo; así pues, juzga entre ellos según lo que Allah ha hecho descender, y no sigas sus deseos en contra de la verdad que te ha venido. A cada uno* de vosotros le hemos asignado un camino y un método propios. Si Allah hubiera querido habría hecho de vosotros una única comunidad; sin embargo lo ha hecho así para poneros a prueba en lo que os ha dado. Y competid en las buenas acciones. Todos habéis de volver a Allah que os hará saber la verdad de aquello sobre lo que no estabais de acuerdo. *[Es decir, a cada comunidad.] (5:48)
Estas dos aleyas del sagrado Corán, nada fáciles de interpretar, señalan el problema del alcance de la revelación. Desde hace tiempo se nos plantea el problema de si la revelación, que tan intensa es para nosotros, es igualmente válida para otros. Este tema se acentúa aún más cuando el islam pasa de ser un dīn (percepción holística del mundo) a una simple ideología religioso-política con afán proselitista. Cuando el islam se convierte en un “capital de fieles”, más allá de los valores que lo inspiran.
El mundo contemporáneo pone, a menudo, en tela de juicio el concepto de dīn. Muchos lo ven como una amenaza porque obliga a trascender el deseo del ego (nafs) para hacer primar el bien (khayr) y la justicia (‘adl) colectiva. Ese bien y esa justicia solo se obtiene cumpliendo el mandato que Allāh t’ala definió para nosotros y transmitió a lo largo de generaciones en todos los mundos. Es la comunidad del punto medio, virtuosa, de la que se hablaba en 2:143. Además que no se nos olvide, Allāh es el señor de los mundos (Rabb al-‘alamīn). De mundos más allá de los que podemos percibir con nuestros limitados sentidos. Mundos a los que no alcanzamos a ver, ni a conocer sino es a través de Allāh y su ilimitado poder.
Para los musulmanes la revelación (waḥy) es un punto muy importante, innegociable. Es la certeza de que Allāh t’ala no solo ha sellado el pacto con nosotros, sino que es una invitación para no dudar de su creación ni de los mundos que la contienen. Pero no nos engañemos, la revelación pesa. Pesa porque es experiencia de Allāh y nosotros somos meros humanos de arcilla y sangre. Por eso, es una suerte y una bendición poder ser guiados desde la propia vivencia de alguien que experimentó y sufrió la revelación en sus propias carnes: Muḥammad (saws).
La experiencia de más de veinte años de nuestro amado Profeta Muḥammad (saws) revela algo más que el dictado de unas simples normas morales o unos dichos espirituales. Es más que un maestro. Él es el que sella una tradición milenaria de mensajes de mejora de la humanidad, de conocimiento, de trascendencia. Así, dice Allāh t’ala en el Corán:
(Y mandamos a Nuestros enviados, uno tras otro: y cada vez que a una comunidad le llegaba su enviado, le tachaban de mentiroso: y por eso hicimos que se siguieran unas a otras a la tumba, y las convertimos en meras historias: ¡fuera, pues, con una gente que se niega a creer! (Corán 23:44)
Como dice la aleya, los enviados -y sus mensajes- no son exclusivos del islam tal y como lo conocemos. Se han enviado a cada comunidad (umma) con sus mensajes respectivos. Son, claramente, anteriores al último mensajero (saws), quien venía a advertir no solo la unidad de esas revelaciones sino la importancia de las mismas. Así, la revelación se ha transmitido desde un comienzo hasta nuestro amado Muḥammad (saws) pero en ningún momento se habla de un mensaje exclusivo para una raza o credo.
Es más, en la aleya se enfatiza que es el ser humano el que cuestiona el mensaje, el que, incrédulo, se mofa de él y hace que estos mensajes no prosperen con la fuerza con que deberían. Es su propio egoísmo, su propio individualismo el que rompe el mensaje, por lo que Allāh decidió que muchos de esos mensajes quedaran reducidos a simples historias, que pierdan su fuerza por culpa del ser humano. Esta es la actitud del cafre (kāfir) tan mal traducido como “infiel”. No es un tema de “fieles” o de “infieles”, sino de aquellos que oyen los discursos por encima del lenguaje y los que hacen oídos sordos se apelliden como se apelliden.
Por eso, debemos ser conscientes que la revelación (waḥy) no es un patrimonio exclusivamente de los musulmanes, pertenece a la humanidad. Que hayamos recibido la última revelación es un motivo de bendición. Esto implica una visión más acorde con lo que Allāh pide de nosotros, más allá de simples culturas o creencias. La revelación nos obliga, necesariamente, a mirar de otra forma, con otros ojos, hacia el horizonte de la creación. Un musulmán no puede contentarse con creer que en él o ella acaba el mundo.
Hoy, ya en el siglo XXI, debemos replantearnos todo este tema como algo necesario. Ser musulmán no es pertenecer a un club o tener un certificado. Ser musulmán es una actitud ante la vida de sumisión al absoluto para lo bueno y lo malo. Aceptar la revelación implica cargar con ella, tanto con aristas punzantes como con amables surcos. Ser musulmán es incorporeizar la revelación más allá de lo estético, de lo cultural o de lo ideológico, es entregarse a la realidad y vivirla. Si no es así caemos ante la seducción de los ídolos que nos impedirán ver la verdadera realidad.
Fuente: https://www.verislam.com