Autor: Rahima Valverde
El ayuno del mes de Ramadán es practicado cada año por millones de musulmanes en todo el mundo ya que es un pilar obligatorio del Islam. Este pilar aporta un gran beneficio terapéutico tanto a nivel de limpieza física interior como de descontaminación mental y claridad espiritual.
El ayuno ha sido desde siempre un conocimiento natural e instintivo practicado por los seres humanos y los animales, que cuando se sienten enfermos dejan de comer guiados por el instinto somático o inteligencia interna del organismo, canalizando la energía hacia la autocuración, desapareciendo las ganas de comer. La curación es un proceso biológico y el ayuno posibilita que el cuerpo ponga en marcha el proceso de limpieza y regeneración.
Desde la prehistoria, el ayuno también ha sido una práctica habitual por razones espirituales o religiosas, y muchos de los grandes místicos de la humanidad eran partidarios y conocedores de los grandes beneficios del ayuno a nivel de la consciencia. En la actualidad, mucha gente que practica métodos alternativos para mejorar su estado personal usa el ayuno como método de depuración de su organismo o bien para alcanzar estados de percepción mental y espiritual más elevados.
Durante todo el mes lunar de Ramadán, el ayunante deberá abstenerse de comer, beber, fumar y mantener relaciones sexuales desde el despuntar del alba hasta la puesta de sol.
La eficiencia y el rendimiento de nuestro organismo dependen de los ritmos biológicos que están determinados y en sincronía con los llamados ritmos circadianos de la naturaleza. Los ritmos circadianos están íntimamente vinculados con el movimiento de la Tierra sobre su eje y alrededor del Sol, recibiendo también la influencia del movimiento de la Luna y de otros planetas. Cada ritmo controla el tiempo de una zona del organismo y éste a la vez está estrechamente ligado a las horas de luz y de oscuridad.
La llegada de la luz del día provoca la descarga de potentes hormonas que regulan algunas de las funciones más importantes del metabolismo. Los niveles máximos de azúcar en la sangre aparecen al amanecer y van disminuyendo a medida que avanza el día, y es precisamente en las primeras horas del ayuno cuando el cuerpo consume el azúcar que fluye en la sangre. El proceso digestivo también se controla mediante los ritmos circadianos llegando la secreción de bilis y de otros jugos gástricos a su nivel máximo al mediodía, alcanzando el punto mínimo durante la noche.
La vida es el resultado del doble proceso de nutrición y eliminación, por tanto, simplificando el primero se activará el segundo. Durante el ayuno el cuerpo no deja de alimentarse, sino que se alimenta de las propias reservas de nutrientes almacenadas incluso desde hace años en nuestro cuerpo. Es el exceso de materias tóxicas lo que produce debilidad al organismo, su eliminación incrementará la capacidad digestiva y permitirá la fácil asimilación de los futuros nutrientes, rejuveneciendo las células, tejidos y órganos del cuerpo, permitiendo la conservación, recanalización y activación de la energía vital.
El ayuno es un tiempo de eliminación, de limpieza de las sustancias de desecho y residuos tóxicos acumulados. Remueve del cuerpo lo inservible o perjudicial y dirige todas las fuerzas del organismo al proceso de eliminación, produciendo una lisis o destrucción de los tejidos malsanos, cuidando los órganos más vitales. El descanso alimenticio favorece la recuperación del aparato digestivo, tanto en su conducto como en las glándulas adyacentes: el hígado, el páncreas y el bazo.
Pero la limpieza del interior de nuestro cuerpo no sólo se produce a nivel físico, sino que con el ayuno la percepción del mundo se agudiza, despierta la sensibilidad y los sentidos, con una mejoría de la capacidad de ver, escuchar, oler y gustar.
Algo similar ocurre con nuestro estado mental, los pensamientos se ralentizan, se expande la consciencia, desapareciendo la falsa no existencia para ser reemplazada por la verdadera existencia.
La falta de salud y el desequilibrio emocional o espiritual aparecen cuando el alma entra en conflicto con el nafs. Pero Allah nos creó con poderosas herramientas: mente, inspiración, razón, inteligencia e intuición, ya
“Que en verdad creamos al hombre en la mejor armonía” (Sura de los higos 95:4)
“Y te preguntarán acerca del espíritu, di: El espíritu procede del mandato de mi Señor…” ( Sura del viaje nocturno 17, 85)
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