Por: Thomas Hunt Morgan
La evidencia directa proporcionada por los restos fósiles es, de entre todas las probabilidades, la evidencia más fuerte que tenemos en favor de la evolución orgánica. La paleontología tiene la posición incomparable de ser capaz de señalar directamente la evidencia que demuestra que los animales y plantas que vivieron en épocas pasadas están conectados con los que viven en la actualidad, a menudo a través de una serie ininterrumpida de etapas. La paleontología ha triunfado sobre la debilidad de la evidencia, que Darwin admitió que era seria, rellenando muchos de los eslabones perdidos.
La paleontología ha sido criticada sobre la base de que no puede pretender mostrar los antepasados reales de las formas vivientes porque, si en el pasado los géneros y las especies eran tan abundantes y tan diversos como los encontramos en la actualidad, es muy improbable que los huesos de cualquier individuo que se haya preservado sean los huesos de la especie que participó en la evolución. Los paleontólogos admitiran libremente que en muchos casos esto es probablemente cierto, pero aun así la evidencia es, pienso, todavía valiosa exactamente en el mismo sentido que lo es la evidencia de la anatomía comparada. Basta saber que en el pasado vivió un «grupo» particular de animales que tenían muchos puntos en común con los que los precedieron y con los que vinieron después. Si estos son los antepasados reales o no, no importa tanto, porque la opinión de que de un grupo de especies se han derivado las especies posteriores es mucho más probable que cualquier otra teoría que se ha propuesto.
Con este material incomparable y espléndida serie de gradaciones, la paleontología ha construido muchas etapas en la historia pasada del globo. Pero los paleontólogos a veces han ido más allá de esta fase descriptiva y han intentado formular las «causas», «leyes» y «principios» que han llevado al desarrollo de sus series. Se ha llegado incluso a decir que los paleontólogos están en una posición incomparablemente mejor que los zoólogos para descubrir tales principios, porque conocen tanto el comienzo como el fin de la serie evolutiva. La réplica es obvia. En su visión general y poética, el paleontólogo puede haber fallado completamente a la hora de descubrir la naturaleza de los pigmentos con los que ha pintado su cuadro, y puede confundir la familiaridad con los diferentes puntos de vista de lo que ha disfrutado con su cuadro con un conocimiento de cómo se está pintado el cuadro.
Mi buen amigo el paleontólogo está en mayor peligro del que se da cuenta, cuando deja las descripciones y se dedica a las explicaciones. No tiene manera de contrastar sus especulaciones y es notorio que la mente humana sin control tiene el mal hábito de vagar.
Cuando el estudiante moderno de la variación y la herencia -el genetista- mira las diferentes series «continuas» de las cuales se han deducido ciertas «leyes» y «principios», le llaman la atención dos hechos: que las lagunas de evidencia, en algunos casos, son enormes en comparación con los cambios únicos con los que él está familiarizado, y (lo que es más importante) que involucran numerosas partes de muchas maneras. El genetista le dice al paleontólogo que, ya que no lo sabes, y por la naturaleza de tu caso, nunca podrás saber si las diferencias se deben a un cambio o a mil, no puedes con certeza decirnos nada sobre las unidades hereditarias que han hecho posible el proceso de evolución. Y sin este conocimiento no puede haber comprensión de las causas de la evolución.
Fuente: Extracto del libro ‘Una crítica a la teoría de la evolución‘ por el autor. Trducido y editado por Truth Seeker Es