Autor: Abdelhaqq Bewley
Hay un poder creativo que es el origen de toda la existencia, del que ha surgido todo lo que existe y a lo que todo ha de regresar cuando termine la vida. Este poder sustenta lo que hay y es consciente en todo momento de cada una de las cosas que existen. El universo material en que vivimos no es más que la dimensión externa de una realidad cósmica multidimensional que se irradia a partir de este origen unitario y que incluye otras dimensiones; los efectos de estas últimas pueden sentirse en esta en la que estamos. El ser humanos es el locus de conocimiento potencialmente consciente de la verdadera naturaleza de la existencia, y hay pocas personas que, en lo más profundo de sus corazones y en los momentos de mayor necesidad, no reconozcan la existencia de Dios.
En el Corán se dice que Allah solo ha creado a los genios y a los hombres para que Le adoren y es evidente que, en términos generales esta adoración es un instinto básico de los seres humanos. A lo largo de la historia de la raza humana, la adoración ha demostrado tener un papel fundamental en todas las sociedades. Lo que la primera shahada demuestra de forma inequívoca, es que no puede haber un objeto de adoración que no sea Allah. En el transcurso de las épocas, los seres humanos han convertido muchas cosas en objetos de adoración: los fenómenos naturales, tales como el sol y otros cuerpos celestes, las montañas, los océanos, los árboles, la piedras y varios animales de la superficie del planeta, ídolos hechos con metales o esculpidos en piedra, madera o arcilla. Y en los tiempos modernos cosas más abstractas como el nacionalismo, el comunismo, el materialismo científico y otras ideologías del mismo tipo; y también cosas más mundanas, como las mujeres, el dinero y el poder.
Cuando la gente adora conscientemente estas cosas como si fuesen dioses es un caso patente de idolatría, pero hay una manera más sutil de erigir ídolos: cuando a estas cosas se les otorgan atributos que solo se pueden atribuir a lo Divino. Una de las definiciones que hace el Corán de un objeto de adoración, es todo aquello a lo que se dirige la gente esperando conseguir algún beneficio o por temor a recibir algún mal. El Corán indica con toda claridad que no hay nada que pueda causar daño ni beneficio excepto Allah. Y, sin emabargo, podemos decir, casi con toda certeza, que todos los que hemos sido criados y educados en esta época de materialismo científico llegamos a creer que el daño y el beneficio pueden provenir de muchas otras cosas; todos nosotros tendemos a conferir la eficacia más absoluta a los medios a través de los cuales nos llegan las cosas. Al hacerlo estamos otorgando a los objetos ordinarios un poder intrínseco y, como la mayoría de nosotros carecemos de entendimiento intelectual sobre la verdad teológica, les estamos confiriendo unos atributos que solo pueden conferirse a la Realidad Divina. Por mucho que lo hagamos de forma inconsciente, estamos convirtiendo todo tipo de cosas en objetos de adoración. Lo que estamos afirmando en realidad, es que hay más dioses además de Allah.
El Corán declara en repetidas ocasiones y con toda claridad que nada de lo que hay en la existencia tiene poder real excepto Allah. Esto significa que todo lo que ocurre se debe solo a Allah. En el Corán descubrimos aleyas tales como: “Y Él es Quien hace que caiga aguas del cielo; con ella hacemos surgir el germen de todo” (6:100). Allah hace que caiga la lluvia; Él hace que crezcan las plantas. “¿Es qué no ven a la aves subordinadas en el aire del cielo? Solo las sostiene Allah” (16:79). El vuelo es solo por Allah. “Él es Quien os ha creado de tierra y luego de una gota de esperma y de un coágulo de sangre. Luego hace que salgáis como niños” (40:67). Allah es el responsable directo de traernos al mundo. “Y cuando estoy enfermo Él es Quien me cura” (26:80). Allah es Quien nos cura la enfermedad”.