Por: Anna Arwa
Anna Arwa es una mujer eslovaca que no estaba de acuerdo con el catecismo de la Iglesia Católica. Estando en conflicto con su fe, se interesó por otras religiones para llegar a encontrar la verdad. Y finalmente aceptó el Islam. Aquí nos describe su viaje hacia Islam.
“Fue el destino el que me hizo que me hiciese musulmana. Tuve una infancia normal, vivía con mis padres, supervisada bajo normas estrictas pero mostrándome su profundo amor. Juntos lo resolvíamos todo, creando una atmósfera increíble de entendimiento, cercanía y tolerancia recíproca.
Para muchos de nuestros amigos y vecinos, representábamos el ejemplo perfecto de cómo ha de ser una familia.
Mi vida transcurrió de una manera tranquila hasta mi segundo año de bachillerato. Cuando asistí al instituto tuve la oportunidad de aprender sobre el destino de mis compañeros de clase, su ambiente social, y valores morales. Viendo lo que experimentaban otros, yo le estaba muy agradecida a Dios por haber nacido en mi familia.
Mi fe, aun así, no estaba muy definida, ya que creía que en Dios, pero no estaba de acuerdo con el catecismo. No podía absorber todos esos conflictos que tenía mi antigua fe. Justo en el momento que intentaba entender mi fe, Dios me puso en una nueva situación: conocí a un musulmán que había aceptado Islam no hacía mucho tiempo. Conversé con él acerca de su creencia y me era difícil retener los sentimientos que afloraban en mí mientras escuchaba su historia.
Siempre he intentado vivir de acuerdo a las enseñanzas de mis padres pero me decían “escucha pero no prestes atención”. Gracias a Dios, nunca seguí este punto de vista ya que había desarrollado el mío: escucha, piensa y ten tu propia opinión. Esto hizo que me diese cuenta que de ciertas contradicciones, que inconscientemente, hacían que buscará la verdad.
Gracias a Dios mi investigación no duró mucho tiempo. Inmediatamente tras leer un poco de Islam, lo había encontrado. Me decidí bastante rápido: la fe que de verdad quería, es la fe de la creencia en un solo Dios.
Aunque quería hacerme musulmana, la realidad es que no podía. Me daba miedo que mis familiares me dejaran de lado y para eso no estaba preparada. Mientras escondía mis sentimientos y deseo de hacerme musulmana al mundo entero, intenté lo mejor que pude vivir como una musulmana durante un año. Mi hermana se dio cuenta de mi comportamiento ya que ella sabía acerca de Islam. Notó que no comía cerdo, no bebía alcohol, ayunaba y leía el Corán. Ella quería que lo dejase. Me daba miedo que me influenciaran sus comentarios negativos acerca de Islam, por lo que me aislé totalmente pero no me di por vencida en mi sueño.
Cuanto más largo se hacía este periodo, más introvertida me volvía. Estaba aterrada de poder morir sin ser musulmana. Sabía que no era muy fuerte en mi fe, por le pedía a Dios que me diese la oportunidad de poder comenzar de nuevo. Este fue un periodo en el que absorbí todo acerca de Islam de modo que pudiese vivir como una verdadera musulmana en cuanto me fuese posible. Mi decisión fue muy dura, porque mis padres no aceptaban Islam, pero Dios hizo que mi camino fuese fácil. Conocí al que sería mi marido. Su presencia me dio seguridad y me influenció para dar el paso de aceptar Islam y decir la Shahada. Me apoyó y me enseñó a seguir el buen camino. Estaba feliz, muy feliz.
Mis padres no sabían nada de esto al principio, pero no pasó mucho tiempo hasta que tuve que enfrentarme a ellos y mirarles a los ojos mientras me hacían hacer una elección impactante: Islam o ellos. Mi decisión fue tremendamente difícil, pero mi respuesta fue clara: Islam.
Mis padres no aceptaron mi elección y me renegaron como hija. Esto hizo que me diese cuenta de la fe tan débil que tenían e hizo que la mía se fortaleciese. Gracias a Dios por Su guía. Ahora me doy cuenta de los beneficios de la paciencia que tuve que mostrar. Aprendí a luchar por mi creencia. Perdí a mis padres, pero gané una vida con significado. No temo a nada, excepto a Allah.”