Por: Redacción
No hay duda de que internet ha cambiado nuestra forma de vida de varias maneras importantes, especialmente, en todo lo relacionado con la información, el conocimiento y la comunicación. La disponibilidad inmediata de gran parte de lo que la humanidad ha producido y las formas más cortas y rápidas en las que intercambiamos información han cambiado nuestra relación con esta, y en cierta medida, la forma en la que pensamos.
Hay una percepción extendida de que la vida digital nos ha hecho generalmente, más tontos. Este punto de vista enfatiza el drástico decline de los periodos de atención de la gente: hemos ido de libros a ensayos, de estos a blogs; de blogs a micro blogs: Twittet, Facbook y similares. También se enfatiza la casi imposibilidad, o al menos falta de interés, de memorizar -incluso cosas sencillas- puesto que lo tenemos al alcance de una búsqueda de Google. Y, para terminar, el internet se supone que ha igualado el campo de juego del conocimiento y las habilidades. Cualquiera puede publicar su ‘conocimiento’ sobre cualquier tópico y la mayoría encontraría difícil distinguir entre los (poco) artículos de calidad genuina y la gran cantidad de basura que encontramos.
Incluso han aparecido libros al respecto: ‘La generación más tonta: como la era digital hace estúpidos a los jóvenes americanos y pone en peligro su futuro’ o ‘Superficiales: qué está haciendo internet con nuestra mentes’.
Aunque también hay quien ha empezado a proponer lo contrario, por ejemplo con lo libros: ‘Más inteligente de lo que crees: cómo la tecnología está cambiando nuestras mentes para mejor’.
Probablemente, la mejor opción sería coger un camino entre medio. Internet, como toda herramienta desarrollado por el ser humano, puede servirle bien o corromperlo. Muy probablemente, cuando se inventó la imprenta para libros, se dió un argumento similar.
Pero escuchemos también los argumentos de quienes proponen que Internet no nos está haciendo más inútiles.
Los proponentes de esta opinión nos recuerdan que toda tecnología nueva fue al principio recibida como un potencial erradicador de la civilización. Sócrates es famoso por aborrecer el texto escrito diciendo que “el conocimiento almacenado no es conocimiento”. La televisión también ha sido vista durante mucho como un aparato que nos atonta, a pesar de su tremendo impacto en proveer información instantánea y educación. Toda nueva tecnología siempre trae consigo lo bueno y lo malo; y leer, que se suele ver como un signo de cultura, es raramente sinónimo de esto. Las librerías están más llenas de libros totalmente dispensables que de literatura refinada.
Se argumenta que la era digital trae consigo dos desarrollos importantes que nos deberían llenar de esperanza en lugar de lo contrario. Primero, no solo tenemos acceso a la producción colectiva intelectual de la humanidad, sino que tenemos un ‘cerebro’ colectivo y conectado para juntar diferentes partes de información y que nos ayude a enfrentarnos a nuestros problemas (enfermedad, ignorancia, pobreza, ect.). Segundo, parece que ahora hemos, de forma inconsciente, interconectado nuestros cerebros con toda la información a la que tenemos acceso.
El primer caso resalta las posibilidades extraordinarias del ‘big-data’. Por ejemplo, si podemos tener los casos médicos de los seres humanos de los últimos años archivados y los médicos pueden acceder a ellos en cualquier lugar, entonces es más probable que alguien se percate de una corriente -lo que parece haber funcionado con pacientes con una enfermedad en particular-. Los descubrimientos fortuitos se volverían más raros y en cambio los sistemáticos más normales y abundantes, para el beneficio de la humanidad.
El segundo caso indica cómo nos hemos vuelto mejores en liberar a nuestros cerebros de las necesidad de acumular (ya casi nadie memoriza textos enteros), convirtiéndolos en sistema de meta información, en los que solo se necesita saber cómo y dónde encontrar los datos adecuados en cada tema en particular y cómo conectar la información y los conceptos.
Lo normal es que los críticos de una y otra opinión citen ejemplos que apoyen sus puntos de vista, y ambos tiene objeciones aparentes. En estos casos, podemos encontrar estudios para ambos, puesto que es demasiado pronto todavía como para poder medir el impacto de esto en nuestros cerebros.
La realidad es que tanto los problemas inherentes a internet son ciertos, como lo son los beneficios son ciertos. Para poder beneficiarnos de los bueno y evitar los perjuicios, lo necesario es ser conscientes de ello, es decir, tener una intención clara de qué queremos obtener y ser conscientes de los obstáculos que podemos encontrar. Y además ser conscientes de que tanto los beneficios aparentes pueden tener peligros escondido como de que los perjuicios se pueden cambiar en cosas a favor.
Internet se ha convertido en parte esencial de nuestra vida, intentar rechazarlo es no ser conscientes de esta realidad, por lo tanto, lo que debemos de hacer en entenderlo y usarlo para aquello que nos beneficia y no para lo que nos perjudica. Si hacemos esto, entonces internet no es más que una herramienta más que no ayuda en nuestro propósito, que no es otro que entender la vida que nos ha tocado, buscar la mejor manera de vivirla y las respuestas a las preguntas existenciales que todos tenemos. En su conclusión última, internet puede ser una herramienta que nos ayuda a reconocer al Creador. Mientras que si nos dejamos llevar por la banalidades que encontramos en la red, que son de todo tipo y carácter y que conforman una gran parte de ella, entonces sí que es cierto que internet no estará volviendo más inútiles.
Pero esto es cierto tanto para internet, como lo es para cualquier otra cosa.