Autor: Fetullah Güllen
Allah otorga riqueza y pobreza material a los individuos por motivos conocidos sólo por Él. Por ejemplo, una persona pobre puede heredar mucho dinero de un pariente rico cuando éste muera. Algunas personas heredan inteligencia, habilidad y visión para los negocios, mientras otros también los tienen pero no quieren usarlos.
Se dice que el Profeta –la Paz sea con él– en una ocasión dijo que «Allah otorga los bienes de este mundo a quien Él desea, pero el conocimiento lo da sólo a los que Se lo piden». Este hadiz es muy significativo. Está claro que los bienes materiales no deben ser vistos como necesariamente buenos en sí mismos. Allah no siempre otorga seguridad o felicidad material a los que Le piden tales cosas.
Hay un bien en todo lo que Allah otorga. Para el individuo fiel que hace buenas acciones y da en caridad algo de lo que le ha sido otorgado, la riqueza es un medio de bondad. Sin embargo, si la fe del individuo es débil y si éste se ha salido del camino recto entonces la riqueza se convierte en un medio de maldad. Para alguien que ha abandonado el camino de la buena acción, la pobreza podría ser solamente la única excusa que se necesita para comenzar una rebelión interna o externa -o ambas- contra Allah. Los que no se rinden totalmente a Allah, o los que no obran sinceramente para actuar según las enseñanzas de Islam, encontrarán su riqueza como un medio de angustia, una prueba severa y exigente: Sabed que vuestra hacienda y vuestros hijos constituyen una tentación, pero también que Allah tiene junto a Sí una magnífica recompensa. (8:28)
Aquí tenemos que recordar un dicho del Profeta –la Paz sea con él–: «Entre vosotros hay personas que si levantan las manos y juran por Allah, Él les concede todo lo que quieren y nunca les hace jurar en falso. Bara ibn Malik es uno de ellos.»[1] Este hombre, el hermano menor de Anas, vivió una vida de pobreza completa en el nivel mínimo de subsistencia, hasta el punto de que no tenía suficiente alimento ni un lugar para dormir. Aunque fueran pobres y desiguales aparentemente, esas personas eran los más amados y apreciados a causa de su piedad sincera. Ellos eran alabados, y sus acciones fueron estimadas en la aseveración del Profeta –la Paz sea con él– de que ellos estaban entre aquellos. Está atestiguado que una vez cuando Omar entró en el cuarto del Profeta, vio en su espalda señales de la estera áspera sobre la cual había estado durmiendo. Comenzó a llorar preguntando por qué los emperadores bizantinos y persas vivían rodeados de lujos mientras el Mensajero dormía sobre una cama tan áspera. El Profeta –la Paz sea con él- contestó–: » ¿No quieres que ellos tengan este mundo y nosotros el otro?»[2] Años después durante su califato, cuando las tesorerías de estos dos Imperios fluyeron en la tesorería musulmana, Omar siguió viviendo una vida sencilla.
Esto no significa que la pobreza en sí misma esté bien, es más bien el estado de ánimo que ha disciplinado, y ha triunfado sobre la parte mundana poniendo su vista sobre la vida eterna. La pobreza a lo mejor es un medio para conseguir este estado de ánimo. Pero esto a algunas personas las conduce a la angustia interior, rencor e ingratitud hacia Allah, y es la raíz de la incredulidad. Del mismo modo, la abundancia y la seguridad material pueden engañar a cierta gente y llevarlas al orgullo y al amor propio, haciéndolas descuidar las necesidades de los demás y su deuda con Allah. Tal arrogancia e ingratitud también está en la raíz de la incredulidad.
El camino más seguro para que los creyentes progresen es entender que todo lo que otorga Allah está concebido para perfeccionarlos. Sin tener en cuenta las circunstancias personales, los creyentes deben esforzarse para mejorar el bienestar de los demás y tener confianza interior y exteriormente en el Todopoderoso y Todo Misericordioso. Esta es la mejor actitud hacia este mundo, que es sólo un lugar de descanso en el camino hacia nuestro destino eterno.
Fuente: svida.com