Autor: Ali Laraki
Todas las criaturas llevan insertadas en su ser, en sus instintos, en sus genes la ley que Dios ha decidido que sea la que les rija. La piedra, cuando caiga y se precipite, lo hará según la ley de la gravedad que Dios ha diseñado para ella: hacia abajo. El león se atendrá, en sus hábitos alimenticios, a lo estipulado por Dios que debe ser su alimento: la carne. Y así sucesivamente. Todas las criaturas conocen, porque lo llevan insertado –instalado, para usar un símil informático- en sí mismas la ley que ha de regir sus existencias. Y no solo este es el caso, sino que les es totalmente imposible desobedecer dicha ley. Dios les ha diseñado para la obediencia total. Si observamos la naturaleza y el cosmos veremos que todo en su creación y destrucción funciona como una grandiosa máquina de precisión absoluta.
Es el hombre la única criatura que no conoce la ley que Dios ha diseñado para él y que, aun conociéndola, es capaz de transgredirla. Precisamente, este primordial detalle, es el que constituye la grandeza y la bajeza del ser humano. Es su grandeza, ya que siendo libre de obedecer o no a su Creador, si decide obedecerle, se eleva por encima del resto de las criaturas –incluso los ángeles- ya que estas (las criaturas) no tiene opción de desobedecer a Dios.
Y cuando dijimos a los ángeles: ¡Postraos ante Adam! (Sura de la Vaca, 2:34)
Del mismo modo, esto constituye su propia bajeza ya que, si no obedece la ley que Dios ha diseñado para él, cae incluso más bajo que los animales, los cuales nunca se apartan de lo que Dios he establecido para ellos.
Son como animales de rebaño o peor aún en su extravío (Sura al-‘Araf, 179)
Por eso, el ser humano, el cual no lleva en su propio instinto insertada la ley que la Divinidad ha elegido para él, una vez que conoce a la Divinidad, a Allah, ha de buscar agradarle cumpliendo lo que Allah exige de él que haga.
¿Cómo, pues, saber lo que agrada y desagrada a Allah? Allah, en su infinita misericordia, nos ha hecho llegar, a través de Sus Mensajeros, las buenas nuevas y la advertencia. Nos ha informado de los límites que no debemos transgredir y nos ha concedido por medio de los Mensajeros un modelo de conducta de Su agrado. Por lo tanto el ser humano recibe de Allah, a través de Sus Mensajeros el conocimiento necesario y las pautas suficientes para la realización de la finalidad para la que ha sido creado: adorar a Allah.
Y no he creado a los genios y a los hombres sino para que me adoren (Sura de los que levantan torbellino, 56)