Por: Redacción
Muhammad ibn Kab al-Qurazi ha transmitido:
Una vez me encontré con Umar Ibn Abdelaziz en Medina, quien por aquel entonces era un hombre joven, bastante apuesto y además rico. Años más tarde, ya siendo califa, fui a verle. Después de haber recibido su permiso, entré en la estancia califal. Al verle, me quedé atónito y no puede menos que mirarle fijamente. Me preguntó: “¿Por qué me miras de esta manera, Muhammad?”.
Le respondí: “Estás pálido, has envejecido prematuramente, has perdido casi todo el pelo, y lo que queda de él son canas. No he podido contener mis sorpresa al verlo, califa».
Me dijo: “¡Qué sorpresa te ibas a llevar al verma tres días después de haber sido enterrado! Las hormigas habrán sacado mis ojos de sus órbitas, habrán invadido mis mejillas, y la nariz y la boca estarán llenas de pus. Entonces sí que estaría justificada tu sorpresa». (Hakim, IV, 300/7706)
Más que cualquier otra cosa, todo ser humano debe reflexionar sobre su final. ¿Cómo exhalará su último aliento? ¿Con qué se encontrará en la tumba? ¿Cuál será su posición en el Más Allá?
Estos son los misterios más grandes que todo hombre tendrá que afrontar -comprender el secreto del viaje desde la cuna hasta el ataúd, la sabiduría que subyace en su existencia y, como consecuencia de ella, su paso al Otro Mundo. Cada uno de nosotros debería esforzarse por solucionar estas incógnitas y alcanzar de esta manera la felicidad eterna.
En primer lugar, debemos hacernos preguntas acerca de la muerte, ya que es un hecho ineludible que:
Todo cuanto en ella hay (la Tierra) es perecedero. (El Misericordioso, 55:26)
Llegará, pues, un día que no tendrá mañana, desconocido para cada uno de nosotros. Allah, alabado sea, no dice:
Y vendrá la embriaguez de la muerte con la verdad. Eso es de lo que huíais. Y se soplará en el cuerno. Ese es el día prometido. (Qaf, 50:19:20)
Cada persona entra en este mundo por una puerta, el vientre de su madre, y su vida se convierte en una especie de carrera de obstáculos llena de espiritualidad o de egoísmo. Después de haber llegado al final de esta pista y haber salido por la puerta de la tumba, cada uno de nosotros está en el pasaje hacia la eternidad.
Después de los tiempos de Adam, sobre él la paz, hasta nuestro días, el mundo, como una casa de dos puertas, no ha cesado de llenarse y de vaciarse de seres humanos. ¿Dónde vamos a estar dentro de nada? No lo sabemos. Pero una cosa es cierta, la muerte llamará a la puerta de los oprimidos y de los opresores, de los malvados y de los santos, de los ricos y de los pobres, y serán reunidos en la sala de espera de la vida eterna -el Día del Juicio Final.
Piensa por un momento que el suelo que pisas está lleno de los cuerpos de billones de seres humanos que ya han muerto, cuerpos que ya son polvo… como billones de sombras, una encima de otra. Mañana nosotros también formaremos parte de estas sombras. Desde allí empezaremos la vida eterna, un viaje eterno. Piensa de nuevo: ¿qué clase de mente cambiaría un instante por la eternidad?
Hablando de la muerte el Todopoderoso declara en el Noble Corán:
El día que la vean les parecerá que no permanecieron (en la tumba) sino una tarde o su mañana. (An Naziat, 79:46)
También los siguientes versos hablan de esta verdad, de la brevedad de la vida:
Es delicada, rápida como un pestañeo,
Un pájaro levantó el vuelo, no lo oímos, pero pasó. (Asik Pasa)
¿Puede existir una insensatez mayor que tratar a esta vida como si fuera eterna, olvidando el tesoro que viene después?
Fuente: La contemplación en el Islam, de Shaij Osman Nuri, con ligeras modificaciones editoriales.