Autor: La fe es la luz del intelecto, el brillo de la consciencia y la armonía de las emociones del corazón. El paso feliz de este mundo transitorio hacia el reino eterno será solamente posible bajo la guía de la fe, es decir la guía de los Profetas, de los libros Divinos y de los amigos de Allah que han vivido siguiendo a los Profetas y a sus mensajes. Es precisamente gracias al fervor de la fe como los Profetas, los santos y los rectos han llegado a ser, a lo largo de la historia, ejemplos y manifestaciones de virtud. La fe es un favor Divino y las pruebas que se dan en nuestras vidas son la medida de su solidez. El precio a pagar por la recompensa Divina consiste en la paciencia y en la sumisión que se esperan de un creyente. Es decir, Allah el Más Elevado desea que sus siervos paguen un precio que les haga valorar la grandeza de la fe que les ha otorgado. Lo expresa el siguiente verso: «Es cierto que Allah les ha comprado a los creyentes sus personas y bienes, y a cambio de tener el Jardín.» (At-Tawbah, 9:111) Por lo tanto, la manera de perfeccionar la fe es poniendo a disposición del Todopoderoso nuestras propiedades, e incluso nuestra vida, para de esa forma poder pagar el precio que sea de Su agrado. Es la característica del creyente ir superando las dificultades y las luchas cotidianas de la vida con firmeza y sumisión, siguiendo el camino de Allah y de Su Mensajero (s.a.w), ya que sería trivial esperar la recompensa por algo por lo que uno no ha pagado.Alcanzar la cima de la fe requiere realizar nobles acciones, mantener una buena intención en la vida, y establecer un comportamiento que tenga por objetivo el placer de Allah. Por esa razón en el Noble Qur’an y en los ahadiz la fe y las buenas acciones se mencionan juntas. La fe no puede ser vivida a través de la seca teoría, sino más bien a través de las verdades sentidas y percibidas, bordadas sobre el corazón y reflejadas en el comportamiento. Reflexionar y meditar sobre el flujo del poder Divino a través del Universo le ayuda al creyente a desarrollar un corazón propicio a la adoración, a saborear la fe y a recibir a lo largo de su vida las numerosas manifestaciones de virtud. La fe es la forma de adoración más grande porque solamente gracias a ella es posible la adoración. La adoración se realiza en momentos concretos. La salah, oración, el acto más virtuoso de todos, es obligatoria cinco veces al día. La fe, en cambio, es necesaria constantemente. Debemos avivarla en nuestros corazones en cada momento, evitando con firmeza las acciones incorrectas que nos puedan llevar al olvido y protegiéndola con acciones buenas que actúen como coraza. La fe es la joya más bella para un creyente. Sheytán, al que el Noble Qur’an proclama nuestro enemigo declarado, y sus ayudantes intentan aprovechar, utilizando trucos y susurrándonos en el pecho, cualquier oportunidad para robarnos esa joya. Está claro, entonces, que debemos vigilar nuestros corazones constantemente y aferrarnos a nuestra fe con amor y celo, intentando protegernos con buenas acciones. Para que la joya de la fe refleje las manifestaciones de Allah como un espejo puro y luminoso necesitamos dhikrullah, el recuerdo de Allah. El dhikrullah nos ayuda a grabar el nombre de Allah en nuestro corazón con amor y añoranza, borrando el óxido de las faltas y del descuido, y saboreando el verdadero placer de la fe. La alegría que se produce en aquellos benditos y especiales siervos que hanalcanzado tal madurez espiritual está por encima de cualquier placer o disfrute pasajero, llegando al nivel en el que el dolor o el sufrimiento de este mundo dejan de existir para ellos. Examinemos ahora detenidamente algunos de los numerosos ejemplos de paciencia, firmeza, sacrificio y perseverancia del Mensajero de Allah (s.a.w), quien nos enseñó la fe, y de aquellos creyentes justos cuyo ejemplo facilitó el que esa bendición excepcional llegase hasta nosotros. Ejemplos de virtud: Cuando el Mensajero de Allah (s.a.w) tenía 12 años, el monje Bajira le dijo: «Hijo mío, en el nombre de Lat y Uzza te pido que me contestes.» Le respondió: «No me pidas que haga algo en el nombre de Lat y Uzza. ¡Por Allah! No hay nada que deteste tanto como a estos dos ídolos.» Incluso a una edad tan temprana la innata pureza del Profeta (s.a.w) le hizo distanciarse claramente de los ídolos y del politeísmo. Todo creyente sabe que mostró a lo largo de su vida –tanto antes como después de haber recibido la profecía– una excepcional resolución y esfuerzo sin par, enseñando y viviendo la fe con pasión. *** Los magos del Faraón rechazaron su pretensión de divinidad y sufrieron por esa razón torturas atroces. No obstante, resistían y seguían retándole debido al coraje que les daba su fe: «Tu opresión solamente se puede dar en este mundo. Eres libre de juzgar y hacer lo que quieras, pero lo cierto es que todos volveremos a nuestro Señor.» Por orden del Faraón a cada uno de ellos le fue cortado un pie y una mano del lado contrario. Antes de ser colgados de las palmeras se dirigieron hacia el cielo, temiendo que su fe pueda flaquear:«¡Señor nuestro! Derrama sobre nosotros paciencia y llévanos a Ti, estándote sometidos.» (Al-A’raf, 7:126) De este modo buscaron refugio en Allah Todopoderoso y fueron reunidos con su Señor recibiendo la excepcional recompensa del martirio. *** También los primeros cristianos, sinceros Musulmanes, dispuestos a preservar su fe a toda costa, sufrían el martirio en las arenas del circo romano con la resignación que da el sometimiento absoluto. *** Otro grupo de héroes que vivieron la pasión de la fe fueron los creyentes monoteístas de Nayran, cristianos sinceros, que en el siglo cuatro de la era cristiana fueron quemados vivos por Dhu Nawas, el rey judío de Yemen, quien intentó obligarles a renegar de su fe, a lo que éstos se negaron. Se ha transmitido que murieron más de veinte mil personas. Los opresores se conocen por el nombre de ‘Los dueños del ujdud’, de la palabra ‘foso’, ujdud, que cavaron para encender allí el fuego, que en vez de destruir la fe de aquellos creyentes, les destruyó a ellos mismos, condenados para toda la eternidad. Dice el Noble Qur’an: «¡Qué mueran los Dueños del Foso! El fuego bien alimentado. Cuando ellos estaban a su alrededor sentados y eran testigos de lo que hacían con los creyentes.» (Al-Buruy, 85:4-7) *** Sumaia (r.ha), una Compañera que vivió su fe apasionadamente en la Era de la Felicidad, tuvo la suerte de ser la primera mujer mártir del Islam. Solía temer a un pinchazo de su aguja de coser, y sin embargo, debido a su fe inquebrantable, no se inmutó ni flaqueó por un momento al ver las barras de hierro de los politeístas. Después de haberla torturado salvajemente con ellas, le ataron una pierna a un camello y la otra a otro, desmembrando su cuerpo. Su marido, Yasir, un hombre debilitado por la edad, también sufrió la tortura, mostrándose en todo momento firme y paciente ante el martirio. De hecho, los primeros mártires del Islam provenían de la familia de Yasir, que Allah esté satisfecho con todos ellos. Todos pagaron el precio más alto por vivir su fe con sinceridad. *** Incluso cuando el desfigurado cuerpo de Bilal , chorreaba sangre debido a las torturas que le infligían los enfurecidos politeístas de Meca, él seguía repitiendo ‘Ahad, Ahad, Ahad’, (Allah es uno, Allah es uno, Allah es uno). Fuera del alcance del dolor, Bilal tenía la experiencia del encuentro con Allah y del sublime sabor de la fe. *** Durante su califato, Umar (r.a) le pidió a uno de los primeros Musulmanes, Habbab bin Arat (r.a): «Dinos algo acerca de las torturas que sufriste en el camino de Allah.» Habbab respondió: «¡Oh Comandante de los Creyentes! Echa un vistazo a mi espalda.» Umar (r.a) lo hizo, y se quedó horrorizado. Dijo: «Jamás en mi vida he visto una espalda tan maltratada.»Habbab contó: «Los incrédulos solían encender un fuego y meterme en el desnudo. El fuego se apagaba cuando caía sobre él la grasa que desprendía mi cuerpo.» También solían poner en su espalda piedras calentadas al rojo vivo que hacían que la piel se pelara. A pesar de todo eso nunca dijo lo que ellos querían oír, ya que la experiencia de wuslat, encuentro con Allah, garantizado por su fe, apartó de él el sufrimiento de este mundo. Habbab bin Arat (r.a) transmitió: Un día, cuando el Mensajero de Allah (s.a.w) estaba sentado en la sombra de la Ka’bah, fuimos a verle y nos quejamos de las torturas que nos hacían sufrir los politeístas, y le pedimos que intercediera ante Allah por nosotros. Entonces nos contestó: «Entre las generaciones anteriores había creyentes que fueron quemados vivos, y otros que fueron cortados en dos, desde la cabeza hasta los pies, y a los que raspaban la piel con peines de hierro, pero que nunca se retractaron ni echaron atrás. Juro por Allah, que Él completará este din y lo hará prevalecer hasta tal punto que uno podrá viajar tranquilamente desde San’a hasta Hadramat, temiendo solamente a Allah, y a que un lobo pueda atacar a sus ovejas. Pero sois impacientes…» (Bujari, Manakibu’l Ansar 29; Manakib 25, Ikhrah 1; Abu Daud, Yihad 97/2649) *** Hasta su emigración a Medina los enemigos de Islam solían golpear a Suhaib hasta que se desmayaba. Cuando por fin se pudomarchar, siguiendo al Profeta (s.a.w), algunos le siguieron y al alcanzarle dijeron: «Llegaste a nosotros pobre y débil, y te hiciste rico entre nosotros. Y ahora, ¿te quieres marchar y llevar tus riquezas contigo? ¡Por Allah, nunca lo permitiremos!» Suhaib (r.a) bajó de su camello, y sacando unas cuantas flechas de su aljaba les dijo: «¡Oh gente de Quraish! Sabéis que soy el mejor arquero de vosotros. Y por Allah que haré uso de todas las flechas que tengo, y cuando haya acabado, sacaré la espada. Mientras tenga estas dos armas, ninguno de vosotros podrá acercarse a mí. Solamente cuando me quede sin ellas, podréis hacer algo. Ahora bien, si os digo dónde he escondido mi tesoro, ¿me dejareis ir?» Su proposición fue aceptada. Después de haberles dicho dónde estaban sus riquezas, Suhaib continuó su viaje. Era la mitad del mes de Rabiul Awwal cuando llegó a Quba (un pueblo cerca de Medina), y de este modo se reunió con el Mensajero de Allah (s.a.w). Al verlo, éste sonrió y, refiriéndose al hecho de que hubiera sacrificado sus riquezas, dijo: «¡Suhaib ha triunfado! ¡Suhaib ha triunfado! ¡O Padre de Yahya! Tu negocio ha prosperado. Tu negocio ha prosperado.» Según las transmisiones se reveló el siguiente versículo del Qur’an en referencia a este suceso: «Hay hombres que entregan su propia persona buscando la complacencia de Allah. Y Allah es Espléndido con los siervos.» (Al-Baqarah, 2:207) *** Zinnura Hatun (r.ha) fue otra de las Compañeras que sufrió repetidamente ataques y tormento de los politeístas. Finalmente, se quedó ciega a manos de Abu Yahl. Éste le dijo: «¿Lo ves? Lat y Uzza te han cegado.» Zinnura Hatún contestó: «¡No, por Allah! No son ellos los que me han quitado la vista. Ni Lat ni Uzza me pueden hacer daño ni tampoco beneficiarme. Pero mi Señor sí es capaz de devolvérmela.» Por la mañana, los politeístas se quedaron asombrados al ver que la vista de Zinnura Hatun le había sido devuelta por la gracia de Allah. *** Muchos de los primeros Musulmanes sufrieron lo indecible a manos de sus opresores. Solían atarles con cadenas y arrastrarles desnudos al desierto, donde les obligaban a tumbarse y les dejaban allí en el calor del mediodía, poniendo sobre sus cuerpos grandes piedras y rocas. Les torturaban hasta que perdían el conocimiento; les estrangulaban hasta no poder más, y solamente paraban cuando ya les creían muertos. Mencionemos a Amir bin Fuhaira, Abu Fukaiha, Mikdad bin Amnr, Ummu Ubeis, Lubeina Hatun, Nahdiye Hatun y su hija. Estos grandes Compañeros, que Allah esté complacido con todos ellos, lograron mantener su fe y firmeza en medio de los más atroces actos de vejación y tortura. Muchos lucharon luego ofreciendo sus vidas y propiedades para que el conocimiento de aquellos días llegase hasta nosotros. Fue posible porque estaban en el estado de la verdadera percepción de la grandeza de la bendición del Islam y sabían cómo abrir la puerta de la dignidad Divina en ambos mundos. A su debido tiempo sus vidas terrenales llegaron a su fin y entraron en la felicidad eterna después de haber encarnado el siguiente mandamiento Divino: «¡Vosotros que creéis! Temed a Allah como debe ser temido y no muráis sin estar sometidos (siendo Musulmanes).» (Al-Imran, 3:102) *** Sa’d bin Abi Waqqas (r.a) amaba y obedecía a su madre como es propio de un hijo respetuoso. Cuando hubo abrazado el Islam, su madre le dijo: «¡Oh Sa’d! ¿Qué has hecho? Si no renuncias a esa nueva religión, juro que dejaré de beber y comer, y moriré, y serás conocido como el hijo que mató a su madre.» Sa’d le contestó: «Madre, no dejaré mi din, hagas lo que hagas.» Al oír eso su madre estuvo sin comer durante dos días y dos noches, debilitándose considerablemente. Para que desistiese de esta actitud, Sa’d le dijo firmemente: «¡Oh querida madre! Haz de saber que incluso si tuvieras cien vidas y las fueras perdiendo una a una, nunca haría lo que me pides.» Al oírlo su madre desistió y comenzó a comer. A raíz de eso fueron reveladas las siguientes ayaat: «Hemos encomendado al hombre que trate bien a sus padres. Su madre lo llevó en su vientre fatiga tras fatiga y fue destetado a los dos años. Sé agradecido conmigo y con tus padres. A Mí has de volver. Pero si se empeñan en que Me asocies algo de lo que no tienes conocimiento, entonces no les obedezcas. Pero acompáñalos en este mundo como es debido. Y sigue el camino de los que se vuelven a Mí en todo. Después habréis de volver a Mí y os haré saber lo que hacíais.» (Luqman, 31:14-15) *** Cuando el Profeta (s.a.w) había recibido la orden Divina de emigrar a Medina, llamó a Ali , le informó de su próxima emigración. Le pidió que se quedase y devolviese los bienes que le habían dejado en custodia. Era algo necesario ya que prácticamente todos los habitantes de Meca solían dejarle al Profeta (s.a.w) las cosas de valor sabiendo que era veraz y honesto. Le informó también de las precauciones que iba a tomar: «¡Oh Ali! Duerme en mi cama esta noche, y cúbrete con mi manto. No temas. No ocurrirá nada que pueda disgustarte.» Confiando plenamente en su fe, Ali (r.a) se acostó en la cama del Profeta (s.a.w). En un momento de la noche los politeístas, determinados a matar al Profeta (s.a.w) cercaron su casa armados con lanzas y espadas, entraron en ella y tiraron del manto. Al ver a Ali se enfurecieron. Le gritaron: «¡Oh Ali! ¿Dónde está el hijo de tu tío?» Ali contestó: «No lo sé. No tengo ni idea. No soy su guardián. Le dijisteis que se vaya de Meca. Así que se fue.» Entonces le insultaron y acosaron, y finalmente le llevaron al Masyid al-Haram como prisionero, pero en seguida le soltaron. *** En una ocasión los habitantes de Nayd visitaron al Profeta (s.a.w) y le hablaron de su deseo de aprender todo lo que pudieran sobre el Islam, y de la necesidad que tenían de instructores. A consecuencia de su petición, el Profeta (s.a.w) envió allí a casi 70 huffaz, es decir personas que han memorizado el Qur’an entero, todos ellos de los ahl assuffah, con profundo conocimiento del Islam. Cuando éstos llegaron al lugar llamado Bi’ri Mauna se refugiaron en una cueva para descansar, donde les esperaba una emboscada. La lanza de Yabbar bin Sulma atravesó la espalda de Amir bin Fuheira, saliendo por el pecho. Consciente de que iba a morir como mártir, Ibn Fuheira, quien tenía solamente 40 años, gritó gozosamente: «¡Por Allah, qué he triunfado!» Ibn Tufail, uno de los principales instigadores del suceso, levantando el cuerpo de uno de los muertos le preguntó a un Musulmán que se había salvado de la matanza: «¿Quién es?» Le contestó: «Es Amir bin Fuheira.» «Vi como su cuerpo se elevaba hacia el cielo. Todavía lo veo flotar entre el cielo y la tierra.» Y volvió a ponerle en el suelo. A pesar de haber presenciado un acontecimiento de tal magnitud, Ibn Tufail, un conocido poeta, no llegó a ser Musulmán. Yabbar, en cambio, quien había martirizado a Amir bin Fuheira, finalmente se convirtió al Islam. Las últimas palabras de Amir, un total enigma para él, resonaron en sus oídos durante días. Semanas enteras le venía a la cabeza aquella escena: «Le acababa de matar, y él dijo ‘he triunfado’. ¿Cómo es eso?» Un día le preguntó a Dahhak bin Sufian, famoso por su coraje, a quien el Profeta (s.a.w) igualaba a cien hombres, qué significaban estas palabras. Cuando oyó que lo que quería decir Amir fue «he alcanzado el Paraíso», Yabbar despertó del profundo sueño del olvido en el que había estado y abrazó el Islam. *** Al final de la batalla de Uhud, Safía intentaba ver a su hermano Hamza , cuyo cuerpo había sido salvajemente mutilado. Su hijo Zubair, viendo que se dirigía a donde estaban los cuerpos de los mártires, le dijo: «El Mensajero de Allah te ordena que no vayas allí.» «¿Por qué? ¿Para que no vea a mi hermano muerto? Sé en qué estado está. Lo que ha pasado, ha pasado en el camino de Allah. Ninguna otra cosa me puede consolar. Si Allah quiere, lo aguantaré y Él me recompensará.» Zubair fue a donde estaba el Mensajero de Allah (s.a.w) y le informó de lo que dijo su madre. Entonces el Profeta (s.a.w) dijo: «Si las cosas son así, deja que le vea.» Entonces Safía fue a donde estaba su hermano, un mártir entre los mártires, y suplicó por él de todo corazón. *** El coraje de los Compañeros que fueron portadores de las cartas del Profeta (s.a.w) a varios gobernantes y soberanos de su tiempo alcanzó una gran y merecida fama. Sin temer más que a Allah, entregaban el mensaje del Profeta (s.a.w) a los tiranos y opresores que disfrutaban cortando cabezas y hablaban con firmeza rodeados de lanzas y sables. Un día el Mensajero de Allah (s.a.w) preguntó: «¡Oh gente! ¿Quién llevará esta carta a Muqawquis de Alejandría, esperando la recompensa de Allah?» Se levantó Hatib bin Abi Beltaa (r.a) , se acercó al Profeta (s.a.w) y le dijo: «Yo la llevaré, oh Mensajero de Allah.» «¡Oh Hatib! ¡Qué Allah te bendiga en esa tarea!» Cuando Hatib bin Abi Beltaa llegó a Alejandría y le leyó al rey la carta del Profeta (s.a.w), Muqawquis le llamó a su lado, donde estaban reunidos sus sabios sacerdotes. Hatib así transmite lo que entonces ocurrió: «Muqawquis me dijo: – Te voy a preguntar sobre algunas cosas que deseo entender. – Hazlo, por favor. – ¿No es tu maestro un profeta? – Sí, es el Mensajero de Allah. – Si verdaderamente es un profeta, ¿por qué no le suplicó a Allah contra su gente que le expulsó de su tierra y le forzó a buscar refugio entre otra gente? – Eres testigo de que Isa, el hijo de Mariam, era un profeta, ¿verdad? Si verdaderamente era un profeta, ¿por qué no suplicó a Allah para que destruyese a su gente que le había hecho prisionero y quería crucificarle? Muqawquis no me contestó nada. Meditó durante un largo tiempo y pidió que le repitiera mis palabras. Lo hice, y se quedó pensando otro rato. Después dijo: – Has hablado bien. Eres un sabio, hablas correctamente, y has venido de alguien que debe de ser sabio también. Le dije entonces: – Antes de ti estuvo aquí alguien que pretendía ser un dios supremo. Allah Todopoderoso agarró al Faraón y le castigó en este mundo y en el Más Allá. Debes fijarte en los que te precedieron para no convertirte en una lección para los que vengan después de ti. Dijo Muqawquis: -Tenemos nuestra religión y no podemos abandonarla hasta que no veamos algo mejor que ella. A lo que yo contesté: – Ciertamente Islam está por encima de la religión que practicáis. Te invitamos a Islam, la religión que Allah el Más Elevado eligió para Su gente. Muhammad Mustafa (s.a.w) te invita no solamente a ti, sino a toda la humanidad. Los que peor se comportaron con él fueron los Quraish. Y los que le fueron más hostiles fueron los judíos. Sin embargo, los que le son más cercanos son los cristianos. Igual que Musa (a.s) anunció a Isa, Isa (a.s) anunció a Muhammad (s.a.w). Nuestra llamada al Qur’an es como tu llamada a los que siguen la Torá para que sigan el Evangelio. Todos deben seguir al profeta enviado en su propio tiempo. Tú vives en la época de Muhammad (s.a.w), por lo tanto al llamarte al Islam no te separamos de la religión de Isa (a.s). Al contrario, te proponemos que hagas lo que es consistente con el mensaje que trajo. Dijo Muqawquis: – He estudiado la religión de este Profeta. He visto que ni ordena retirarse del mundo ni prohíbe lo que es correcto y aceptado. Ni es un mago que ha perdido el norte, ni un mentiroso que pretende conocer el No-Visto. Por el contrario, hay signos de que sea un profeta, ya que reveló algunas noticias del No-Visto. Aún así, desearía reflexionar un poco más. Más tarde le escribió al Mensajero de Allah (s.a.w) respondiéndole a su carta, pero no hizo nada más ni tampoco abrazó el Islam. A mí me dijo lo siguiente: – ¡Ten cuidado! No les digas a los Coptos ni una palabra de esto. Te podrían hacer daño.» ¡Qué hermosas son las palabras de Hatib! ¡Qué ejemplo de previsión y coraje en un creyente que vivía su fe con pasión que le permitía hablar con tanta firmeza delante de un rey! *** La carta escrita a Kosroes de Iran fue llevada por Abdullah bin Huzafa . Viendo que el nombre del Profeta (s.a.w) venía antes del suyo, Kosroes se enfureció y la rompió, insultando al enviado. Con el coraje y dignidad que surgían de su fe Abdullah se dirigió a Kosroes y sus hombres de esta manera: «¡Oh gente de Persia! Vivís sin profeta ni libro. Solamente una pequeña parte de la tierra está en vuestras manos. La mayoría de ella se encuentra fuera de vuestro control. Vivís como si la vida fuera un sueño. ¡Oh Kosroes! Muchos gobernantes antes de ti desearon o bien este mundo o bien el Más Allá. Los que querían el Más Allá recibieron su parte de este mundo también, y los que deseaban este mundo perdieron el Más Allá. Desprecias el din que te proponemos, pero, por Allah, que dondequiera que estés lo que has despreciado te cercará, te aterrorizará y no te podrás defender.» En respuesta Kosroes dijo que sus propiedades y su reino le pertenecían solamente a él y que no temía a la derrota a manos de nadie. Acto seguido ordenó a su gente echar a Abudullah. Abdullah montó su caballo y se dirigió a Medina, pensando lo siguiente: «¡Por Allah! No me preocupa lo que me pueda pasar a mí, si me matan o me dejan vivo. He cumplido con mi obligación y he transmitido el mensaje, y eso es lo que importa.» Tal fue el estado de ánimo de uno de lo héroes del Islam, quien arriesgó su vida para satisfacer el deseo del Mensajero de Allah (s.a.w). *** Esta es otra historia llena de enseñanza que muestra la virtud y coraje de Abullah bin Huzafa : «Durante el califato de Umar (r.a) , en ejército musulmán fue enviado contra los Romanos a la provincia de Qaisariyye, en la región deDamasco. Abdullah bin Huzafa, quien estaba en este ejército, cayó prisionero, fue llevado ante el gobernador romano, a quien informaron que era un Compañero de Muhammad. Le encerraron sin comida ni bebida. Luego le mandaron vino y algo de cerdo. Le observaron durante tres días, viendo que no había tocado ni el vino ni el cerdo. Le dijeron al gobernador: – Ha perdido mucho peso. Si no le sacas, se morirá. El gobernador ordenó que le trajeran ante él, y le preguntó: – ¿Por qué no has bebido ni comido? Abdullah contestó: – De hecho, en caso de necesidad extrema, me está permitido tomar ambas cosas, pero no quise hacerlo ante vosotros por Islam. Le dijo el gobernador: – Si te conviertes al cristianismo, te daré mitad de mis bienes, y te daré a mi hija en matrimonio. Abdullah contestó: – Incluso si me dieses todos tus bienes y toda la riqueza de Arabia, nunca abandonaría el din de Muhammad (s.a.w) ni por un momento. El gobernador dijo: – Así las cosas, ordenaré que te maten. A lo que Abdullah respondió: – La decisión es tuya. Entonces le colgaron en un árbol, crucificado. Los arqueros tiraban sus flechan hacia él procurando no herirle, pues lo único que querían era asustarle. Luego volvieron a proponerle la conversión al cristianismo, pero de nuevo su rechazo fue rotundo. Entonces el gobernador le dijo: -O te haces cristiano o te echaré a una caldera de agua hirviendo. Se negó de nuevo, así que trajeron una inmensa caldera de cobre e hirvieron el agua. El gobernador ordenó que trajesen a otro prisionero Musulmán, al que le ofreció ser cristiano. Éste se negó y entonces le echaron a la caldera. Abdullah estaba viendo lo que pasaba -la piel de aquel hombre casi al instante se desprendió de los huesos. Otra vez el gobernador romano le propuso a Abdullah hacerse cristiano y otra vez éste se negó, así que el gobernador dio la orden de echarlo a la caldera. Justo antes de ser arrojado Abdullah rompió a llorar. Pensando que había cambiado de opinión, el gobernador detuvo a los soldados y mandó que le trajesen ante él, proponiéndole otra vez que renegase del Islam. Cuando vio con qué determinación Abdullah se negó, le preguntó asombrado: – Entonces, ¿por qué llorabas? Le contestó: – No pienses que lloré por miedo a la muerte que me has preparado. No. Lloré porque solamente tengo una vida para perder en el camino de Allah, y dentro de un momento la perderé y moriré por Él. ¡Cómo desearía tener tantas vidas como pelos en mi cuerpo, para poder darle todas ellas por Allah y ganarme Su complacencia! Esta respuesta asombró al gobernador y le desconcertó todavía más de lo que ya estaba. Le dijo: – Te dejaré libre si besas mi cabeza. Abdullah le preguntó: – ¿Dejarás que vengan conmigo los otros prisioneros Musulmanes? Cuando el gobernador contestó que así lo haría, Abdullah dijo: – En este caso lo haré.Más tarde contó: Me dije a mi mismo: ¿Puede haber alguna objeción a que bese la cabeza de un enemigo de Allah para salvar mi vida y las vidas de otros hombres? Así que lo hice. Aquel día recobraron la libertad 80 hombres. Cuando volvieron y le contaron a Umar lo que había pasado, éste dijo: – Será una obligación para cada Musulmán besar la cabeza de Abullah bin Huzafa. Seré el primero en cumplir con ella. Y se levantó y le besó la cabeza.» Los Musulmanes que tienen percepción y discernimiento observan los acontecimientos a través de la ventana del Más Allá. Lo pueden hacer debido a su fe, viendo constantemente lo positivo y lo negativo -el beneficio y el daño. Todo el sufrimiento de este mundo, todas las atrocidades y tragedias pasajeras pierden su poder de influenciar a causa del amor que uno tenga por la creencia. *** Otro héroe que vivió su fe con pasión fue Wahb bin Kabshah (r.a). Su tumba está en China, donde le envió el Profeta (s.a.w) para propagar el Islam. Fue el primer representante del Islam en aquel lejano país. En aquella época el viaje desde Medina hasta China duraba más o menos un año. Cuando Wahb hubo llegado, empezó la tarea que le había sido encomendada, permaneciendo en China un largo tiempo. Finalmente, decidió volver para poder visitar al Profeta (s.a.w), algo que añoraba desde hacia años. Llegó a Medina después de un arduo viaje, pero su sueño no se pudo cumplir, ya que el Profeta (s.a.w) había fallecido. Wahb bin Habshah (r.a) volvió entonces a China para seguir con su tarea, que cumplió con amor y dedicación. Su cuerpo se quedó en aquella tierra, pero su espíritu, sin duda alguna, volvió al lado del Mensajero de Allah (s.a.w) en Medina. *** Los acontecimientos que tuvieron lugar entre Sultán Bayazid II y su hermano Yem Sultán reflejan perfectamente el coraje y la fe de nuestros antepasados, la belleza y la virtud que provenían del Islam: Bayazid II, conocido como Bayazid el Santo debido a su devoción, fue sultán en el año 1481, y pasó los primeros 14 años de su sultanado tratando de resolver los problemas causados por la reivindicación al trono otomano de su hermano, Yem Sultán, lo cual le apartó de la activa participación en los asuntos del mundo cristiano. Yem Sultán le propuso dividir el país en dos partes para que cada uno de ellos pudiera gobernar en la suya. Beyazid II rechazó la propuesta, diciendo: «¡Oh hermano! Este país pertenece a la gente. Si lo dividimos, el gobierno perderá su poder. Seremos meramente unos cuantos principados muy debilitados, lo cual traerá graves consecuencias. Antes, dividiría mi cuerpo.» Un tiempo después Yem Sultán fue invitado a Rodas por los Caballeros de aquel lugar. Confiado en sus buenas intenciones, aceptó la invitación. Sin embargo, los Caballeros le traicionaron y le vendieron, como si fuera un esclavo, al Papado, que tenía planes de utilizarlo en la cruzada contra los otomanos. Dándose cuenta de que el plan no resultaría, el Papa Inocente le sugirió a Yem Sultán que se hiciese cristiano. Esto le ofendió mucho. Le dijo muy entristecido al Papa: «Incluso si me dieses el mundo entero, y no solamente el Sultanato, nunca dejaría mi din.» La súplica que hizo a Allah Todopoderoso cuando se dio cuenta de que los cruzados querían utilizarlo contra el Islam muestra suficientemente lo que sentía: «¡Oh mi Sostenedor! Si los incrédulos intentan utilizarme para hacer daño al Islam, no permitas que este esclavo tuyo viva por más tiempo. Llévame hacia Ti cuanto antes.» Su súplica debió de ser aceptada ya que falleció en Nápoles a la edad de 36 años. En sus últimos momentos les pidió a los más allegados, como si fuera su testamento: «Qué mi muerte sea anunciada por todas partes. No lo descuidéis para que el juego de los incrédulos contra los Musulmanes, utilizándome como herramienta, se acabe de una vez por todas. Después, pedidle a mi hermano, Sultán Bayazid, que lleve mi cuerpo de vuelta a mi país, sin importar las dificultades. No quiero ser enterrado en la tierra de los incrédulos. Lo que ha pasado, ha pasado. Tiene que cumplir con este deseo mío. Pedidle que pague todas mis deudas. No quiero ir ante Allah endeudado. Qué perdone a mi familia, mis hijos y aquellos que me sirvieron. Qué les recompense según se lo merezcan.» Su hermano Bayazid II cumplió con todas sus peticiones. Esas son las cualidades que Islam concede al ser humano. La relación de estos dos hermanos muestra su devoción y el amor hacia los territorios musulmanes. Sus vidas fueron un ejemplo de tolerancia, de toma de consciencia después de haberse dado cuenta del error, de un intento de no violar los derechos del otro, de perdón y compasión, entre muchas otras virtudes. *** Los hermanos Reis, Oruc y Hizir, tenían puestos importantes en la flota otomana. Comerciaban en el Mediterráneo, entonces muy peligroso. Oruc fue capturado por los piratas de Rodas, y su hermano Hizir intentaba liberarlo. No obstante, a pesar de haber enviado cuantiosos rescates no lo conseguía ya que los piratas siempre faltaban asu palabra. Incluso le mandaron a Oruc a un cura quien le propuso ser cristiano. Oruc le contestó: «¡Oh gente ignorante! ¡Cómo voy a dejar la religión que es verdadera para seguir la que es falsa!» Esto enfureció a los piratas. Le llevaron a la galera, le encadenaron allí como esclavo y le dijeron: «Qué venga ahora tu Muhammad y te salve.» Buscando refugio en Allah, Oruc suplicaba sin parar y confiaba que su Sostenedor le ayudaría. Poco tiempo después un grupo de individuos en caftanes blancos y turbantes verdes, a los que también vieron los incrédulos, le liberó las manos y los pies de las cadenas, y fue dejado libre en la mar abierta, liberado de la esclavitud gracias a la sumisión y confianza que resultan de la fuerza de la fe. Después, Oruc Reis, junto a su hermano Hizir, batalló sin descanso contra los piratas del Mediterráneo. *** Otra magnífica manifestación de la fe vivida con pasión se dio en la Batalla de las Dardanuelas. Un coronel retirado, uno de los comandantes, quien fue herido en esa batalla, habla así en sus memorias: «Aquel día la batalla duró hasta la noche y parecía que la victoria iba a ser nuestra a pesar de la superioridad del enemigo en términos de equipamiento y material bélico. Seguía la última etapa de la lucha desde mi puesto de observación. Los gritos «¡Allah! ¡Allah!» de los Musulmanes sonaban por todas partes y ahogaban el rugido de los cañones, el único vestigio de la amenazadora civilización. De repente oí pasos detrás, y cuando giré la cabeza vi al sargento Ali. En su cara pálida se dibujaba un terrible dolor. Estaba a punto de preguntarle por la razón, cuando él mismo me enseñó su brazo izquierdo. Temblé desde los pies hasta la cabeza al verlo. El corte un poco por encimade la muñeca segó prácticamente el brazo, ahora sostenido solamente por un trozo de piel. Sargento Ali rechinaba los dientes para poder controlar el dolor. Me entregó el cuchillo que llevaba en la mano derecha, diciendo: «Córtelo, Comandante.» Estas palabras sonaron con tal urgencia y necesidad que cogí el cuchillo casi sin pensar en lo que hacía y corté la piel que todavía mantenía la mano unida al brazo. No mucho tiempo después este sargento sacrificó por su gente no solamente la mano, sino también el cuerpo entero. Murió, diciendo con la voz entrecortada: «Qué la nación musulmana perdure por mucho tiempo… Qué Allah les proteja de salirse del camino… Qué mi vida sea sacrificada por mi din…» Con el corazón rebosante de fe, los soldados otomanos en las Dardanuelas veían la defensa de su nación como algo que debían a su din, y no dudaban ni por un momento en pagar esta deuda con sus vidas. Abrazaban su din como abrazaban al fúsil, y el fúsil lo abrazaban como lo hacían con su din. *** Durante esa misma batalla el batallón Roman Mecidiye fue prácticamente arrasado debido a un feroz ataque del enemigo. El arsenal estalló y 16 hombres fueron martirizados. Quedaban solamente el capitán, dos soldados y un cañón, cuya grúa estaba rota de tal manera que no se podían cargar las balas. El capitán fue a informar a las tropas que estaban cerca de allí de su situación. Koca Sayyid, uno de los soldados, miró a los barcos que avanzaban hacia ellos vomitando fuego y muerte, y dio un profundo suspiro. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y su cuerpo temblaba de impotencia ante el inminente peligro. Levantó los brazos y suplicó: «¡Oh mi Sostenedor! ¡Oh Allah, dueño de todo poder! ¡Dame la fuerza que necesito!» Repitiendo estas palabras, dejó de sentir lo que estaba pasando a su alrededor. Estaba delante de su Señor, abundantes lágrimas corrían por sus mejillas.Durante unos momentos repetía fervientemente: «No hay poder ni fuerza si no es de Allah.» De repente gritó «¡Allah!» y se dirigió hacia las balas de 215 okka, unos 276 kg cada una de ellas. Bajo la mirada atónita de su compañero subió tres de ellas. Se oía el crujido de sus huesos mientras ascendía y bajaba los peldaños de hierro, sudando profusamente y repitiendo con los labios agrietados: «¡Oh Allah! No me quites la fuerza, por favor. No me quites la fuerza.» Finalmente, la tercera bala disparada cambió la suerte de la batalla. El acorazado inglés ‘El Océano’ fue alcanzado y devorado por las llamas. Al enterarse de este suceso, Pachá Cevat alabó a Allah Todopoderoso, luego personalmente felicitó a Koca Sayyid. Cuando le pidió que levantase una bala del mismo peso, Koca Sayyid dijo en respuesta: «¡Oh Pachá! Cuando levantaba aquellas balas, mi corazón estaba lleno de Allah y mi cuerpo estaba bajo Su ayuda Divina en respuesta a la súplica que había hecho. Era una persona diferente. Solamente ocurrió una vez. No lo puedo hacer ahora, con todo mi respeto.» A lo que el Pachá dijo: «¡Oh hijo mío! Lo que has hecho ha cambiado el curso de la batalla. Pídeme alguna recompensa por ello.» Este héroe, con el corazón lleno de sumisión a Allah, mostró con la siguiente respuesta algo aún mayor que el heroísmo: «¡Mi Capitán! Solamente tengo esta petición: debido a mi constitución, una barra de pan al día no me es suficiente. ¿Podría pedir dos para que tenga toda la fuerza necesaria para luchar contra el enemigo?» Pachá Cevat sonrió y le concedió lo que pedía, pero por la noche, cuando Sayyid recibió sus dos barras de pan mientras que todos los demás recibieron una sola debido a la dificultad de abastecimiento y carestía general, su corazón se rebeló. Devolvió una de las barras y nunca jamás aceptó dos. ¡Qué corazón más puro y luminoso! Sin duda alguna, la actitud de Koca Sayyid fue la manifestación de su sinceridad y coraje que vienen de la sinceridad de la fe. *** Resumiendo -la fe no puede ser solamente declaración en seco. Es un testigo del grado y la medida de la perfección del corazón del creyente. Su señal es auto-sacrificio y entrega. Dado que la fe es un capital eterno, muchas vidas han sido sacrificadas a lo largo de la historia y muchos sufrimientos y dificultades indecibles soportados para preservarla y reforzarla. En el camino de Allah se han mostrado ejemplos de virtud y heroísmo sin par. Hoy en día lo que necesitamos más que nada es sentir esa misma chispa de pasión y fervor, y el creyente que la sienta, sentirá la responsabilidad por la comunidad. Es la deuda de gratitud que tenemos por las bendiciones de la fe que se nos han otorgado. En consecuencia, debemos movilizarnos para invitar a toda la humanidad a Dar as-Salaam -la Morada de Paz. Si Allah quiere, alcanzaremos la unión Divina en el Más Allá según el sacrificio y el grado del perfeccionamiento de nuestra fe en este mundo transitorio. ¡Qué Allah Todopoderoso nos ayude a ser de los que alcanzan la perfección de la fe y consagran sus vidas a este fin! Amin. Fuente: http://es.osmannuritopbas.com/index.php/articulos/76-vivir-la-fe-con-pasion-1.html