El concepto islámico de servidumbre a Dios

Cuando declaramos nuestra servidumbre a Dios, declaramos nuestra independencia y libertad de todo lo demás en este mundo

Cuando declaramos nuestra servidumbre a Dios, declaramos nuestra independencia y libertad de todo lo demás en este mundo

Por: Redacción

Una persona puede ver las ideas de servidumbre y sumisión a Dios como rebajantes o humillantes. Sin embargo, la servidumbre a Dios y la sumisión solo a Él son algunos de los conceptos más poderosos en la tradición islámica. Constituyen la fuente de nuestra verdadera libertad en este mundo y nuestro escape de sus cadenas. Cuando declaramos nuestra servidumbre a Dios, declaramos nuestra independencia y libertad de todo lo demás en este mundo. Al hacerlo, reconocemos nuestra independencia y libertad de lo que sea que nos esté afligiendo. Las relaciones que tanto apreciamos, los seres queridos que estimamos, la propiedad que poseemos, la carrera por la que trabajamos, el respeto que nos hemos ganado; todo esto se puede perder en un instante. El Corán hace referencia a esta realidad con una hermosa parábola:

Sabed que la vida del mundo es en realidad juego y distracción, así como apariencia, jactancia entre vosotros y rivalidad en riqueza e hijos. Es como una lluvia que admira a los sembradores por las plantas que genera, pero que después se secan y las ves amarillentas hasta convertirse en deshecho. (Corán, 57:20)

Como menciona el Corán, todo a lo que estamos apegados en esta vida eventualmente nos dejará. Una vez que «la ves amarillentas«, podemos encontrarnos congelados en el tiempo. Nuestra concepción de nosotros mismos puede estar tan anclada a este mundo que, cuando se desvanece, podemos perdernos. Nuestro apego a Dios está destinado a ser central y nuestro ancla fundamental en la vida. Cuando nos sometemos y nos rendimos a Dios, aceptamos con satisfacción lo que hemos perdido y nos liberamos de nuestra propia esclavitud psicológica.

El Dr. Nazir Khan, un pensador contemporáneo sobre la espiritualidad islámica, expone las diversas manifestaciones de la esclavitud psicológica en la era moderna.

“Embellecer nuestra apariencia parecería ser una expresión saludable de libertad, hasta que, por supuesto, somos testigos de la alarmante devaluación del yo que se ha vuelto rampante en la cultura cosmética moderna… La sorprendente proporción de la sociedad dispuesta a ponerse bajo el bisturí para cambiar puede representar la libertad física para algunos, pero también puede sugerir un grado preocupante de esclavitud psicológica”.

“Lo que se supone que queremos y deseamos está programado y condicionado en nuestros pensamientos por un tsunami cultural y de marketing que envuelve nuestras mentes desde la infancia”.

“La esclavitud psicológica también se manifiesta en una obsesión con el entretenimiento, la ilusión y la fantasía. Hace dos décadas, un autor señaló que el niño estadounidense promedio veía más televisión a la edad de 6 años, que la cantidad de tiempo que hablaría con su padre en toda su vida”.

Al aceptar nuestro estado de servidumbre a Dios centramos nuestra perspectiva y nuestras prioridades se ordenan. Volvemos a traer a Dios al centro de nuestras vidas. Esto, al contrario de lo que mucha gente tiende a pensar, es una acción liberadora.

La libertad que encontramos en traer a Dios al centro de nuestra vida, y que pasa por aceptar nuestra condición de siervos suyos, es, porque, en realidad, el ser humano no tiene otra opción que servir a algo. Cuando no lo hace a Dios lo hace al poder, al dinero, al sexo a si mismo o una infinidad de cosas más. Cuando el ser humano vuelve a traer a Dios al centro de su vida, lo que está haciendo es aceptar la realidad de la existencia y, por lo tanto, todo lo demás se desvanece.

Y di: Ha venido la verdad y la falsedad se ha desvanecido, es cierto que la falsedad se desvanece. (Corán, 17:81)

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