El significado de la palabra y la ‘forma’ del mundo

Los hombres no se hacen en silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión.

Los hombres no se hacen en silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión.

Por: Jamaal Diwan

Paulo Freire tiene un interesante pasaje es su ensayo Pedagogía del oprimido que está profundamente enraizado en nuestro entendimiento del mundo, de la creación de Dios y de la capacidad del lenguaje que le dio a Adam, y por ende, a todo ser humano.

Al intentar un adentramiento en el diálogo, como fenómeno humano, se nos revela la palabra —de la cual podemos decir que es el diálogo mismo. Y, al encontrar en el análisis del diálogo la palabra como algo más que un medio para que este se produzca, se nos impone buscar, también, sus elementos constitutivos.

Esta búsqueda nos lleva a sorprender en ella dos dimensiones —acción y reflexión— en tal forma solidarias, y en una interacción tal que, sacrificada aunque solo fuera en parte una de ellas, se resiente inmediatamente la otra. No hay palabra verdadera que no sea una unión inquebrantable entre acción y reflexión y, por ende, que no sea praxis. De ahí que decir la palabra verdadera sea transformar el mundo.

La palabra inauténtica, por otro lado, con la que no se puede transformar la realidad, resulta de la dicotomía que se establece entre sus elementos constitutivos. De tal forma que, privada la palabra de su dimensión activa, se sacrifica también, automáticamente, la reflexión, transformándose en palabrería, en mero verbalismo. Por ello alienada y alienante. Es una palabra hueca de la cual no se puede esperar la denuncia del mundo, dado que no hay denuncia verdadera sin compromiso de transformación, ni compromiso sin acción.

Si, por el contrario, se subraya o se hace exclusiva la acción con el sacrificio de la reflexión, la palabra se convierte en activismo. Este, que es acción por la acción, al minimizar la reflexión, niega también la praxis verdadera e imposibilita el diálogo.

Cualquiera de estas dicotomías, al generarse en formas inauténticas de existir, genera formas inauténticas de pensar que refuerzan la matriz en que se constituyen.

La existencia, en tanto humana, no puede ser muda, silenciosa, ni tampoco nutrirse de falsas palabras sino de palabras verdaderas con las cuales los hombres transforman el mundo. Existir, humanamente, es pronunciar el mundo, es transformarlo. El mundo pronunciado, a su vez, retorna problematizado a los sujetos pronunciantes, exigiendo de ellos un nuevo pronunciamiento.

Los hombres no se hacen en silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión.

El primero tema que tratar de este extracto es la relación entre reflexión y acción para crear la ‘palabra verdadera’. La mayoría de las veces tenemos dos opciones (las dos mencionadas por Freire): verbalismo o activismo.

El conocimiento sin acción resulta en verbalismo. Esta es la razón por la que en muchos lugares uno puede acudir el viernes al jutba escuchar muchas cosas bonitas pero no ver ningún efecto práctico en la realidad. Esto es conocimiento sin acción, y es, como dice Freire, alienado y alienante. No es acordé a la realidad y es por tanto irrelevante. Por lo que el estudiante cuya búsqueda de conocimiento no está conducida por un impulso superior de beneficiar a la gente se convierte en una marioneta del verbalismo; esto es, discurso sin acción. En este sentido, el du’a del Profeta, que la paz sea con él, era:

¡Oh Allah! Enséñanos aquellos que nos beneficia, permite que nos beneficiemos de los que nos has enseñado e increméntanos en conocimiento.

La otra posibilidad es la acción que no está fundamentada en la reflexión y el conocimiento. Esto no conduce a una acción que no conlleva cambio real, sino que es hacer algo por hacer algo. No es sino activismo. La acción real en el Islam está basada en el conocimiento y emerge de él como resultado de una reflexión sincera.

Por lo que el Islam no pretende el activismo sino la acción real. Está acción real como el producto de una palabra verdadera que deriva su significado de la relación entre la reflexión y la acción.

El segundo tema de este extracto es darle nombre al mundo. Si entendemos el concepto de una palabra verdadera como algo que representa el equilibrio entre acción y reflexión además de la idea de que al darle nombre al mundo lo entendemos, analizamos y actuamos para su mejora, entonces debemos de releer la historia de Adam en el principio del Surah Al-Baqarah con esto en mente:

Enseñó a Adán los nombres de todos los seres y presentó éstos a los ángeles diciendo: «Informadme de los nombres de éstos, si es verdad lo que decís». Dijeron: «¡Gloria a Ti! No sabemos más que lo que Tú nos has enseñado. Tú eres, ciertamente, el Omnisciente, el Sabio». Dijo: «¡Adán! ¡Infórmales de sus nombres!» Cuando les informó de sus nombres, dijo: «¿No os he dicho que conozco lo oculto de los cielos y de la tierra y que sé lo que mostráis lo que ocultáis?» (Corán, 2:31-33)

Estos versos muestran que Allah le enseñó a Adam el nombre de todas las cosas. Antes de ellos Allah dice:

Y cuando tu Señor dijo a los ángeles: «Voy a poner un sucesor en la tierra». (Corán, 2:30)

Cuando estos versos se entienden a la luz del objetivo mayor del Islam, reformar la condición humana, el lugar y papel del ser humano en la tierra se puede entender mejor.

Las observaciones anteriores concluyen que Allah creó al hombre, lo puso en la tierra y lo hizo responsable de su cuidado. Le dio las herramientas necesarias para entender la vida y transformarla de acuerdo a la lectura de la revelación (los signos de Allah en Su Libro) y de la realidad. Es nuestra tarea el completar esta responsabilidad y trabajar no solo para adaptarnos a la vida, sino para transformarla. Aquel que realmente lee es un visionario; y un visionario debe de estar en cambio.

¡Recita [lee] en el nombre de tu Señor, Que ha creado! (Corán, 96:1)


Fuente: www.safacenter.com Traducido y adaptado por Truth Seeker

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