Grandes mujeres en la historia del Islam: un legado olvidado (3/3)

Las mujeres musulmanas han jugado un importante papel en preservar y avanzar el conocimiento

Las mujeres musulmanas han jugado un importante papel en preservar y avanzar el conocimiento

Por: Zainab Aliyah

Continuamos con esta serie que recoge algunas de las mujeres musulmanas que destacaron a lo largo de la historia y algunos de sus logros. Puedes leer la primer parte aquí y la segunda aquí.

Amina fue la reina de Zazzua, una provincia de Nigeria, en el siglo dieciséis. Cuando tenía dieciséis años se convirtió en la heredera aparente de su madre. Amina eligió aprender las artes militares y se convirtió en la líder de la caballería zazzua. Durante su reinado, que duró 34 años, expandió su territorio hasta los máximos límites que llegó a alcanzar. Se centró principalmente en que los gobernadores locales aceptasen el status de vasallos y permitiesen el paso seguro de los comerciantes Hausa. Se le atribuye el mérito de construir fortificaciones de tierra, características de los Hausa. Muchos de los pueblos y ciudades crecieron gracias a estas murallas, que aún hoy son conocidas como las murallas de Amina.

Hubo una familia de mujeres que gobernó Bophal entre 1819 y 1924, la última gobernadora fue Begum Kaikhursau Jahan. Esta familia era conocida por haber mejorado la líneas de tren, los sistemas de agua, el sistema postal y la líneas de transporte con la vecindad.

Las mujeres musulmanas también se aseguraban de dejar una legado intelectual y académico. Sutayta al-Mahamili fue una matemática que vivió en la segunda mitad del siglo diez y procedía de una familia educada en Baghdad. Sobresalió en muchos campos, como la literatura, el hadiz o la jurisprudencia. Inventó soluciones para muchas ecuaciones que han sido usadas por otros matemáticos y que muestran su aptitud para el álgebra. Fue alabada por historiadores como Ibn al-Jawzi, Ibn al-Jatib and Ibn Kazir.

Labana de Córdoba vivió en el siglo diez en España y era una experta en las matemáticas, pudiendo resolver los más complejos problemas geométricos y de álgebra conocidos en aquel tiempo. Trabajó como la secretaria personal del califa Omeya Al Hakam Segundo.

Aisha, hija del príncipe Ahmed de Al Andalus, quien vivió en el siglo once, sobresalió en la rima y la oratoria. Sus versos causaban entusiasmo en los serios poetas cordobeses y su biblioteca era una de las mejores y más completas del reino.

Wallada, una princesa almohade durante el siglo once, era conocida por su conocimiento de la poesía y la retórica y por sus conversaciones, extraordinarias en cuanto profundidad y originalidad. En las competiciones académicas de Córdoba, la capital que atraía a los más sabios y elocuentes de la Península Ibérica, nunca fallaba en superar, en la prosa y la composición poética, a todos sus competidores.

Al Ghazaniya y Safiyya, las dos sevillanas, eran conocidas por sus genio poético y oratorio en el siglo once. Safia además era única en la perfección y belleza de su caligrafía.

Miriam, la hija de Al-Faisuli, era conocida por sus logros literarios en todo Al Andalus, su agudo ingenio y la sátira de sus epigramas no tenía comparación a finales del siglo once.

En el arte de la caligrafía hay un nombre que surge una y otra vez, el de Thana, una sirviente en la casa de Ibn-Qayyuma. Ibn Qayyuma era el tutor de uno de los hijos del Califa Mansur, en el siglo dieciocho. Una de los dos que mandó a aprender bajo el mejor calígrafo de su tiempo, Ishaq bint-Hamad, fue Thana, cuyos pupilos dicen que ‘escribió los manuscritos de medidas originales, que no han vuelto a ser igualados’.

Umm-al-Sa’d, en el siglo once era conocida por sus familiaridad con las tradiciones islámicas. Al Fihrist-ibn-al-Nadim, un historiador del siglo dieciocho, nombra a muchas mujeres con múltiples habilidades. Dos de ellas eran expertas en la gramática, una muy respetada rama de conocimiento relacionada con el uso correcto y completo de la lengua árabe. Una de ellas, en el siglo once, procedente de ‘las tribus’ era una experta en los dialectos del árabe. Otra conocía las leyendas tribales y los coloquialismos; una tercera escribió un libro titulado ‘Formas raras y fuentes de los verbos’. En un campo diferente, Arwa escribió un libro sobre ‘sermones, moral y sabiduría’.

Rasa, un mujer india, fue la autora de un libro sobre el trato médico y cuidado de las mujeres, el libro sigue estando disponible entre los libros de medicina en árabe. Mariyah-al-Qibtiyyah, que era egipcia, escribió sobre la alquimia en el siglo siete.

Al Ijiliyyah bint al-Ijili al-Asturlabi, siguió el curso de su padre, sobre quien está nombrado el astrolabio, en Alepo, y trabajó en la corte de Sayf-ad-Dawla, uno de los poderoso gobernadores Hamdanin en el norte de Siria.

La Sharia requiere que los musulmanes se preocupen por todas las esferas de la sociedad. Con la llegada del Islam la mujeres pudieron empezar a trabajar como médicos tratando a hombres y mujeres, especialmente en el campo de batalla.

El honor de ser la primera enfermera lo tuvo Rufayda bint Sa’ad al-Aslamiyya, quien vivió en el mismo tiempo del Profeta. Ayudó a curar y tratar a los heridos en la batalla de Badr, el 13 de marzo del 625. Aprendió la mayoría de sus habilidades de ayudar a su padre, Sa’ad al-Aslami, quien también era médico.

Al Shifa bint Abdulla al-Quraishiyya al-Adawiyah fue una de las mujeres sabias de su tiempo. Estuvo involucrada en los asuntos de la administración pública y también era médico. Su nombre era Layla, pero recibió el apodo de ‘Al-Shifa’ que significa ‘la que cura’.

Nusayba bint Ka’ab al-Mazneya, puso en práctica sus conocimiento en la batalla de Uhud; Umm-e-Sinan Al-Islami pidió el permiso del Profeta para salir al campo de batalla a ayudar a los heridos y a llevarles agua; Umm Warqa bint Harith, quien participó en la recopilación del Corán, también ayudó en la batalla de Badr.

Nudaybah bint al-Harith, también conocida como Umm al-Athia, ayudaba con los heridos en las batallas y proveía a los soldados con agua, alimentos y primero auxilios; incluso hacía circuncisiones.

El relato más cercano de una erudita actual, que dedicó su vida al Islam, es el de Zainab al-Ghazali. Nació en 1917 en Egipto y estuvo relacionada al principio con lo Hermanos Musulmanes. Su padre la animó a convertirse en una líder islámica citando el ejemplo de Nusayba bint Ka’ab al Muzaniyya, una mujer que luchó junto al profeta en la batalla de Uhud. A la edad de diecinueve años fundó la Jama’at al-Sayyidat al-Muslimaat (Asociación de mujeres musulmanas) que contaba con tres millones de miembros cuando fue disuelta por el gobierno en 1964. Hasan al-Banna la invitó a unir su asociación con su movimiento de los Hermanos Musulmanes, oferta que rechazó para mantener su autonomía. Sus clases semanales atraían a cerca de cinco mil personas. Además de ofrecer clases a las mujeres, la asociación tenía un orfanato, asistía a familias pobres, mediaba en disputas familiares y tenía un publicación. Pasó una larga temporada en la carcel en la que fue sometida a numerosas dificultades y escribió un libro que fue traducido al inglés como ‘El retorno de la faraona’. Murió en 3 de agosto de 2005 con 88 años.

El Dr. Akram Nadwi, autor de una obra de 40 volúmenes sobre la mujeres eruditas en el Islam, Al-Muhaddizat, en su investigación sacó a la luz muchas eruditas y sus logros que en muchos casos están hoy olvidadas. Su visión era que el énfasis actual en la sumisión de la mujer en algunos países de mayoría musulmana, ha hecho muy importante buscar las referencias históricas reales del verdadero lugar de la mujer en el Islam. Tal y como escribe:

“En un principio creí que habría unas 30 o 40 mujeres, pero a medida que la investigación continuaba, la cuenta seguía aumentando hasta que me di cuenta de que tenía no menos de 8,000 notas biográficas de mujeres que habían jugado un papel importante en la preservación y avance de las tradiciones y ciencias islámicas desde el tiempo del Profeta, que la paz sea con él. Estas mujeres no eran, ni mucho menos, mediocres en comparación con los hombres, y de hecho, muchas excedieron a sus contemporáneos masculinos. Estas eran mujeres excepcionales que no solo participaban en la sociedad, sino que ayudan a que esta se reformase. Una de las cosas más impactantes era su calibre intelectual y el reconocimiento que recibieron por ello”.


Fuente: http://www.youngmuslimdigest.com/ Traducido y editado por Truth Seeker

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