Autor: Hajj Muhammad Said
La ingenuidad implícita en la conocida frase “yo creo, pero en mi interior”, no se corresponde en absoluto con la actitud vital del musulmán, puesto que en él, el hecho de creer se convierte en una acción política de carácter dinámico y en abierta oposición con la escala de valores de los kuffár (incrédulos). Cuando se declara que “no hay más dios que Allah”, quiere uno dejarse claro a sí mismo y a los demás que no se reconoce fuerza o poder en ningún humano o de la naturaleza (excepto la de Fuerza y Poder de Allah). El musulmán no cree en dioses grandes o pequeños que se agostan. No le asusta el misterio del nacimiento o la muerte –sabe de dónde viene y a dónde va– es decir, sabe que viene de Allah y que hacia Allah está yendo. No cree en poderes que se derrumban. Por eso no adora personas, posición, dinero. Ni se somete ni se rinde ante ningún otro que sea el Único. No adora ni sirve a ninguna patria, bandera, institución, constitución o doctrina. No se postra ante ningún estado, país, partido, banco o ser creado.
El musulmán es un esclavo que conoce sus limitaciones, y por la tanto no se atribuye nada a sí mismo. Conoce que su vida, su habla, su oído, su vista, su voluntad, su fuerza, su poder y su conocimiento son atributos prestados. El préstamo lo recibe de su Señor, Allah, a Quien todos esos Atributos pertenecen. Es un siervo consciente de su esclavitud y de su dependencia (¿alguien puede ser más libre que él?). El musulmán es un siervo, y ha aceptado serlo, pero solo del Único Señor. Solo del Clemente y Misericordioso.
Este en apariencia sencillo acto de creer, nos sitúa de inmediato en oposición a los valores establecidos en la presente sociedad káfir y en contra de sus creencias básicas. Su significado se acerca, de hecho, a lo que podría considerarse una declaración de intenciones en estos términos: “Vosotros tenéis vuestra forma de vida y yo la mía”.
“Di: ¡Incrédulos! Yo no adoro lo que adoráis ni vosotros adoráis lo que yo adoro. Yo no adoraré lo que vosotros adoráis, ni vosotros adoráis lo que yo adoro. Para vosotros vuestra adoración y para mí la mía” (Sura de los incrédulos 109, 1-6).
Fuente: Extracto del libro: «El Islam, ¿una religión?«, por José Ciudad.