Por: Salah Zaimeche
Los ataques de piratas cristianos a sobre centros de riqueza de musulmanes redujo mucho el poder económico de estos. Braudel explica[1] como gran parte de la riqueza de las tierras musulmanas estaba en las ciudades puertos de Alejandría, Palermo, Túnez, Almería, Bejai, y que estas ayudaban a mantener la prosperidad del resto de tierras donde el Islam estaba establecido; pero con las incursiones de los piratas cristianos europeos desde el siglo X estas empezaron a sufrir. ‘Es el destino de los ricos’ explica Braudel, ‘convertirse en la presa y tentación de los pobres. En el siglo X, al contrario que en épocas posteriores, el rico era el poder musulmán y el pobre el cristiano’[2]. El Mediterráneo había sido un lago bajo control de los musulmanes; ahora hundía todo lo que por él navegaba. Braudel cita a un mercader musulmán diciendo:
“No os preguntéis si veréis mi pelo encanecer por la preocupación, pero habéis de preguntaros por qué el negro de mis ojos no se convertido en blanco. El mar pertence ahora a los Roums (nombre en árabe de los cristianos europeos). Los barcos que se aventuran lo hacen solo con mucho riesgo. Tan solo la tierra pertenece a los musulmanes”[3].
Tampoco eran seguros las ciudades costeras de Egipto y el norte de África, que se convirtieron en blancos constantes de devastadoras incursiones, lo que hizo que no se formara ninguna base estable para el intercambio a ninguna escala. En el siglo XI, los cristianos, conscientes de la debilidad de los musulmanes en ese momento (la Península Ibérica estaba dividida; luchando unos contra otros en el este y en Sicilia y sin poder defender las fronteras) buscaban a las flotas de musulmanes, las seguían y provocaban, luego desembarcaron en la costa arrasando y prendiendo fuego a los pueblos y almacenes[4]. Nunca habían sido las hostilidades más intensas, sangrientas e incesantes[5]. En 1146, Djidelli (al norestes de Argelia) fue tomado y arrasado por fuerzas cristianas[6]. En 1248 y 1285, Roger Doria, almirante de la corona de Aragón, aprovechándose de un momentos en el que los pretendientes luchaban por el trono de Túnez, desembarcó de repente en la Isla de Gerba, asolando sus campos, reuniendo un inmenso botín, y tomando más de 2000 prisioneros, a los que se vendió en Europa en 1304. Los cristianos estuvieron encantados cuando la flota de Pisa, reforzada con barcos de Génova, y probablemente también de la Provenza, tomó la ciudad de Bone y asolaron la costa de Cartago[7]. En 1365, una flota europea compuesta por un total de 165 embarcaciones, partió con un objetivo secreto; que iban en dirección a Alejandría sólo se se hizo público en el último momento. El 9 de octubre 1365 desembarcaron y durante siete días mataron, saquearon y mantuvieron la ciudad en llamas[8]. En los años posteriores (diciembre de 1366 y septiembre de 1367), las ciudades costeras de Egipto y Siria sufrieron ataques dirigidos por el monarca Pedro I de Portugal como parte de la Cruzada[9]. Marruecos, por su parte, tuvo que hacer frente a la alianza de castellanos y genoveses hasta 1344; era necesaria esta fuerza combinada de los poderes cristianos que para vencer a la flota marroquí[10].
Durante los siglo XIV y XV los pueblos y ciudades costeras de Siria y Egipto también sufrieron ataques de los piratas cristianos, que desembarcaban y llevaban a cabo incursiones terribles, como la de Boucicaut en 1403[11]. Las ciudades costeras de Beirut, Trípoli, Alejandría, Rosetta y Damietta sufrían incursiones constantes que las debilitaban. Los Mamelucos fueron obligados a gastar mucho más en las defensas marítimas, lo que le sangró económicamente[12].
Luego llegó la rebelión de Portugal, un rebelión alentada por el príncipe de Portugal Enrique el Navegante (1394-1460). Su pensamiento, de acuerdo a Russel, estaba siempre ocupado por una celosa devoción a las doctrinas de la caballería y las cruzadas[13]. En sus escritos de expresa de la siguiente manera:
“La guerra contra los moros cumplirá dos propósitos (uno mundano y otro para el más allá), y, por esto, ha de ser tomada”[14].
La piratería portuguesa dio el golpe de gracia al comercio de los musulmanes en el mar Índico. Hasta entonces, y durante todo el período medieval, Abu Lughod explica que los barcos y comerciantes musulmanes dominaron el circuito occidental entre el mar del Golfo Pérsico, el Mar Rojo y las costas del sur de la India; allí, se les unían los barcos indios que compartían con los chinos el dominio sobre el segundo circuito hasta el estrecho[15]. Chaudhuri observa:
“Antes de la llegada de los Portugueses, en 1498, no había surgido ningún intento organizado de ningún poder político de controlar las vías marítimas y las largas distancias con Asia. El océano Índico, en su totalidad y en sus diferentes mares, no estaba dominado por ninguna nación o imperio en particular”[16].
Esto cambió con los Portugueses, quienes deliberadamente masacraban a los mercaderes musulmanes[17]. De acuerdo a Heyd los portugueses:
“Perseguían simultáneamente dos objetivos con el mismo fin: la expansión de su comercio, a través de la apertura de nuevas rutas y la destrucción del de los árabes destruyendo su flota. Es imposible contar los barcos árabes que la flota portuguesa atacó, ya fuese en alta mar o cerca de la costa, hundidos o quemados después de ser saqueados; sus pasajeros y tripulación todos muertos”[18].
Crawfurd ha documentado en detalle las masacres cometidas por los portugueses[19]. En el siglo XV llevaron a cabo una auténtica cruzada pirata contra toda embarcación musulmana que encontraron. En una de las ocasiones, tras abordar un barco con destino al Hajj que llevaba doscientos sesenta pasajeros con destino a Meca, de los cuales unos cincuenta eran mujeres y niños, perdonaron a unos veinte niños, a los que bautizaron, y al resto los dejaron encerrados en el barco antes de prenderle fuego[20].
En 1500, Vasco de Gama, al llegar a la región de Calcuta, bombardeó la ciudad durante tres días, antes de mutilar a todos los prisioneros que capturó y prenderles fuego. Después de esto hundió todos los barcos que encontró con destino a Meca y ordenando a sus hombres que lancearan a los supervivientes en el agua[21].
Albuquerque, después de capturar Goa, mandó el siguiente mensaje al Sultán:
“He quemado la ciudad y pasado a todos sus habitantes por la espada, durante cuatro día la sangre de tus hombres corrió constantemente. No importa donde los encontráramos, no perdonamos la vida de ningún musulmán, llenamos las mezquitas con ellos y les prendimos fuego[22]”.
En su empresa los portugueses recibieron ayuda de muchas aliados locales. El sultán de Gujarata, Bahadur Shah, les cedió la isla de Diu, desde la que operaban, en 1535[23]. El Shah Ismail, armado por ellos, también luchaba del lado de los portugueses[24].
En este proceso, los portugueses arruinaron el estado Mameluco por la increíbles cantidades que tenían que gastar en la defensa de su flota[25].
En el norte de África, los principados musulmanes acordaron pagar a los cristianos para su protección. El tratado de Bejaia, en 1314, por ejemplo, acordaba pagar al rey de Aragón 500 ducados al años de los beneficios de `robes e mercaderies que pagaren dret en la duana de Bugia’[26]. Los tratados de 1314 y 1323 con Túnez le dieron al rey 4000 ducados de los impuestos[27]. Era algo normal que los reinos hispánicos en el medievo, dice Armesto, cobraran a los ‘moros’ por protección, y, frecuentemente, esta relación tributaria el el preludio de la conquista. El derecho a una ‘legítima reconquista’ que los reyes cristianos pretendían tener, era asumido universalmente y extendida al Norte de África[28].
Consecuentemente, los portugueses tomaron Ceuta en 1415; Ksar-el-Srir, avanzando sus puesto cerca de Tánger, en 1458; y avanzaron aún más, hasta Anfa, entre Azamour Ra bat y Arzilla en 147. Finalmente, Tánger también capituló[29]. Los españoles tomaron Granada (1492), Melilla (1497), Mers el-Kebir (1505), Orán (1509), Bejaia y Trípoli (1510); amenazaban con tomar todo el Norte de África hasta que la intervención de los turcos los paró. De hecho, en el Mediterráneo, las flotas turcas y argelinas combatieron contra las españolas, genovesas y venecianas durante los siguientes ciento cincuenta años[30]. Los marroquíes, por su parte, consiguieron frenar a los portugueses en la Batallas de los tres reyes, el 4 de agosto de 1578[31], en la que pereció casi toda la nobleza portuguesa, sus mejores guerreros y gran parte del ejército y que costó la vida de tres reyes portugueses[32]. Antes de esta batallas, gran parte de la nobleza portuguesa y sus cortes habían llegado a Marruecos donde se pretendían quedar[33].
Marruecos destruyó el poder de los portugueses, pero otras potencias todavía merodeaban los mares. Ya a principios del siglo XVI comerciantes en guerra descendieron sobre la costa atlántica del norte de África, entre la captura de Agadir (1505) y el fortalecimiento de Mazagran (1514), con una eficacia devastadora[34]. Las fortificaciones costeras ayudaron a los cristianos europeos a bloquear los musulmanes dentro de Marruecos y aseguró las rutas oceánicas que conducen a la India y más allá[35].
Los piratas cristianos sangraron la economía marroquí y sus sistema económico, sostiene Mathiex, y esto en el momento en el que el Norte de África y el Levante despertaban a la importancia del comercio marítimo[36]. Las costas musulmanes se convirtieron en zonas de inseguridad y el comercio marítimo de los musulmanes en el Mediterráneo murió poco después de nacer[37]. En un esfuerzo por escapar de los estragos causados por estos piratas (a menudo alentados por los reyes cristianos), Mathiex explica, los comerciantes musulmanes utilizaron barcos extranjeros en lugar de los de los musulmanes con el fin de obtener protección si se encontraban con piratas; pero los piratas europeos encontraron cómo escapar a esto, diciendo que las banderas solo cubrían la mercancía[38]. Livorno (un puerto de esclavos) era tan próspera (salvo de los ataques a los barcos musulmanes) que cualquier comerciante de esclavos cristianos a finales del siglo XVII tenía dos o tres casas comerciales, que se especializaban en el comercio de esclavos, y los más pobres entre ellos tenía un capital de de 150.000 ecus[39]. Involucrados en este lucrativo comercio estuvieron algunas de las figuras de más alto rango de la cristiandad occidental, incluso figuras tan respetadas de la vida inglesa como Sir Robert Cecil. La carta del 12 enero de 1603 informaba a Sir Walter Raleigh de su intención de invertir en un determinado corsario, él y Lord Cobham le invitaban a tomar acciones en la empresa[40]. En el verano de 1600 ningún lugar del Mediterráneo estaba a salvo de su violencia. `Puesto que esta raza maldita se han convertido en tan temerarios que van a todas partes sin vacilar, utilizando la crueldad bárbara y hundiendo barcos’ como dijo un embajador veneciano[41]. Aquellos que fueron tomados prisioneros no tuvieron mejor suerte que los que murieron. condenados a galeras a perpetuidad. Los musulmanes que se convertían al cristianismo para escapar de la esclavitud en las galeras apenas se escapaban a este destino[42].
De esta forma potencias occidentales, armados con sus barcos, rodearon la tierra musulmana[43]. El Norte de África musulmana se vio empobrecida económicamente y sus sistema económico seriamente mermado ya que el tráfico transahariano que la había sustentado, fue desviado a los buques europeos que operaban a lo largo de la costa atlántica de África Occidental[44]. La mayoría de las ciudades islámicas simplemente decayeron a lo largo de la costa este de África, mientras que los armadores musulmanes del Mar Rojo, el Golfo Pérsico, y Hadramaut fueron dejados al tráfico menos importante a lo largo de las costas del este de África y en todo el Océano Índico, la India y Ceilán[45]. Poco después los colonizadores ingleses y franceses llegaron y continuaron con el trabajo emprendido por los españoles y portugueses.
Para leer sobre las otras razones que se cree que estuvieron detrás del decline de la civilización y ciencia en los países musulmanes, y para una discusión sobre las diferentes teorías propuestas por los historiadores occidentales, podéis leer el artículo completo (en inglés) aquí.
Funente: http://muslimheritage.com/ Traducido y editado por Truth Seeker
[1]F.Braudel: Grammaire des Civilisations; Flammarion, 1987; at p.89.
[2] Braudel 89.
[3] F.Braudel: Grammaire des Civilisations; op cit; p.90.
[4] M.L. de Mas Latrie: Traites de paix et de Commerce, et Documents Divers, Concernant les Relations des Chretiens avec les Arabes de l’Afrique Septentrionale au Moyen Age, Burt Franklin, New York, Originally Published in Paris, 1866; p.7.
[5] M.L. de Mas Latrie: Traites de paix; op cit; p.7.
[6] Al-Idrisi: Vol 1, p. 245-246 in Mas De Latrie; op cit; p.8.
[7] M.L. de Mas Latrie: Traites de paix; op cit; p.8.
[8] A.S. Atiya: Crusade, Commerce and Culture; Oxford University Press; London; 1962; pp. 103-4.
[9] Machairas; p. 102 and sub; Machaut; p. 205; in W, Heyd: Commerce; op cit; pp 55-6.
[10] J.A. Robson: The Catalan fleet and Moorish sea power; The English Historical Review;Vol LXXIV: (1959): pp 386-408; p.407.
[11] I.M. Lapidus: Muslim Cities in the later Middle Ages: Harvard University Press; Cambridge Mass; 1967. p. 27.
[12] I.M. Lapidus: Muslim Cities; op cit; p. 35.
[13] Peter E. Russel: Prince Henry the Navigator, in The IslamicWorld and the West edt by A. Lewis: John Wiley and Sons; London; 1970; pp 129-136; p.135.
[14] Peter E. Russel: Prince Henry the Navigator; p.134
[15] Janet L. Abu-Lughod: Before European Hegemony, Oxford University Press, 1989. p. 274.
[16] Chaudhuri (1985: 14) In J. L. Abu-Lughod: Before; op cit; p. 275.
[17] N. Daniel: The Cultural Barrier, Edinburgh University Press, 1975: p.138.
[18] W. Heyd: Histoire du Commerce du Levant; op cit; p 535.
[19] Crawfurd (Indian Archipelago) II; 403, and for the Dutch, see especially II.425 seq. and 441.
[20]R.B.Smith: Mohammed and Mohammedanism; London; Smith Elder; 1876 edt; p.34.
[21] A.Zahoor: Muslims in the Indian sub-continent; at http://www.minhaj-audio.net
[22] A.Zahoor: Muslims in the Indian Sub-continent; op cit.
[23]M. Longworth Dames: The Portuguese and Turks in the Indian Ocean in the sixteenth century: Journal of The Royal Asiatic Society (JRAS); Vol year 1921 pp 1-28; at p.16.
[24] P. Brummett: The Myth of Shah Ismail Safavi: Political Rhetoric and `Divine Kingship; in Medieval Christian Perceptions of Islam; J. V. Tolan: edt; Routledge; London; 1996. pp 331-359.
[25] I.M. Lapidus: Muslim cities; op cit; p. 42.
[26]Felipe Fernandez Armesto: Before Columbus: MaCMillan Education; London, 1987; p.133.
[27] F. Fernandez Armesto: Before Columbus; chap 5; op cit; p.133.
[28] F. Fernandez Armesto: Before Columbus; op cit; p.148.
[29] M.L. de Mas Latrie: Traites de paix.p.324.
[30] A. R. Lewis: The Islamic World; op cit; .Epilogue
[31] P. Berthier: La Bataille de l’Oued al-makhzan; 4 Aout 1578, Paris, 1985, p. 1. See also E.M. Bovill: The battle of Alcazar, an Account of the defeat of Dom Sebastian of Portugal at el-ksar el-Kebir, London, 1952.
[32] L. Valensi: Silence, Denegation, affabulation: Le souvenir d’une grande defaite dans la culture Portuguaise in ANNALES Vol 46 (1991). pp: 3-24; p.5.
[33] P. Berthier: La Bataille de l’Oued al-makhzan; op cit.
[34] Andrew C. Hess: The Forgotten Frontier; The University of Chicago Press, Chicago and London, 1978; p.34.
[35] A.C. Hess: The Forgotten Frontier; chap 3; p.34.
[36] J.Mathiex: Trafic et prix de l’Homme en Mediterranee au 17 et 18 Siecles; ANNALES: Economies, Societes, Civilisations: Vol 9:pp 157-164; p.163.
[37] J. Mathiex: Trafic; op cit; pp.163-4.
[38]J.Mathiex: Trafic et prix de l’Homme en Mediterranee; op cit; p.159
[39] Consul Cotolendy (Livourne) letter to Ministre Maurepas, 14 Feb 1682; (Arch. nat. A.E.B.1, 697).
[40] K.R. Andrews: Sir Robert Cecil and Mediterranean Plunder; in The English Historical Review;Vol 87 (1972);pp 513-532; at p.513.
[41] Venetian Ambassador to Spain: Calendar of State Papers, Venetian (1592-1603); pp 412-3. in K.R. Andrews: Sir Robert Cecil and Mediterranean plunder; op cit; at p. 514.
[42]Jean Mathiex: Trafic et prix; p.161. Note 3.
[43] A.C. Hess: The Forgotten Frontier; op cit; p.3.
[44] A. R. Lewis: The Islamic World; op cit; Epilogue.
[45] A. R. Lewis: The Islamic World; op cit; Epilogue.