Por: Dr. M Nazir Khan
Libertad. Se dice que es uno de los valores más preciados para quienes lo tienen, y uno de los valores más deseados por quienes no lo tienen. Las naciones florecen y decaen cuando la gente busca la libertad de la opresión, y cada individuo se esfuerza por mantener la libertad en su propia vida. Muchos pensadores han llegado a sugerir que la libertad es el logro fundamental que caracteriza a una sociedad moderna.
Pero, ¿qué es la libertad realmente? Y ¿la hemos logrado realmente?
La libertad como valor
La libertad se describe a menudo como la fuente de nuestra felicidad, el más importante de nuestros valores, el sello distintivo de nuestra civilización, y una gran cantidad de otros epítetos superlativos. Nos enorgullecemos de la libertad y la hacemos un grito de guerra para nuestras campañas. Despreciamos ser subyugados y esclavizados, y conmemoramos las dificultades sufridas por las generaciones anteriores para defender las libertades de las que disfrutamos hoy. La búsqueda por alcanzar la libertad plena continúa hacia delante, eliminando cualquiera de los obstáculos que impiden a los seres humanos ser verdaderamente liberados.
Si vamos a discutir la cuestión de cómo lograr la libertad, debemos ser claros sobre lo que estamos discutiendo. En este artículo no entraremos en la discusión filosófica del «libre albedrío«, la cuestión de si nuestras decisiones son verdaderamente voluntarias y no causadas o si están determinadas por eventos anteriores. Es este tema de discusión en otro artículo. En el presente artículo, sin embargo, tenemos la intención de discutir la libertad como un valor que los seres humanos buscan realizar en sus vidas. Por lo general, se cree que cada individuo nace libre, y se dice que las personas que han perdido tales libertades fundamentales a través de la opresión externa o la subyugación están «liberadas» cuando se restauran tales libertades. Hablamos de libertad de creencias, libertad de expresión, libertad libertad de reunión, etc. Los seres humanos quieren vivir sus vidas como quieran, sin coacción.
Ahora, si nos tomamos un momento y reflexionamos sobre las libertades fundamentales de las que hablamos, notaremos rápidamente que de alguna manera dependen de una libertad más profunda y fundamental: la libertad de la mente. La mente controla nuestro comportamiento. Si puedo tener lo que quiero, pero estoy predispuesto y condicionado para querer ciertas cosas, ¿tengo verdadera libertad? Una persona puede ser libre de comportarse de acuerdo con sus pensamientos y deseos, pero si esos pensamientos están dominados por obsesiones, conceptos erróneos, ignorancia e ilusiones, entonces esa persona estará esclavizada para siempre, independientemente de la libertad que alcancen sus extremidades corporales. Este es el concepto de la esclavitud psicológica. Como seres humanos, tendemos a ser bastante conscientes de la esclavitud física y sus peligros. Sin embargo, tendemos a ser mucho menos conscientes de las formas en que nuestra libertad psicológica es erosionada de maneras sutiles, algunas de las cuales serán discutidas a continuación. Es esta libertad del alma que necesariamente se encuentra en el corazón de todas las demás libertades.
Formas de esclavitud psicológica
Al vivier en una era de globalización, comunicación instantánea e información masiva, las personas parecen ser más libres que nunca. Los tesoros y placeres del mundo parecen increíblemente accesibles para una persona, sin importar dónde se encuentren. Los consumidores pueden identificar casi instantáneamente los productos que desean y obtener dichos productos rápidamente. Con la explosión de las herramientas de las redes sociales, las personas pueden expresarse instantáneamente y de una manera vertiginosa a un público global. Es difícil argumentar en contra de que, en lo que respecta a la libertad física, la era moderna parece representar el pináculo de su expresión. ¿Pero qué hay de la libertad psicológica? Consideremos algunas áreas.
Embellecer la apariencia de uno mismo parecería ser una saludable expresión de libertad, hasta que, por supuesto, somos testigos de la alarmante devaluación del yo que se ha vuelto desenfrenada en la cultura cosmética moderna. El Journal of Plastic and Reconstructive Surgery informó en octubre de 2007 sobre una fascinante encuesta de científicos de la UCLA. Encontraron que el cuarenta y ocho por ciento de las mujeres dijeron estar interesadas en la cirugía estética, la liposucción o ambas, mientras que otro veinti tres por ciento dijo que posiblemente estarían interesadas. Esta obsesión por cambiar la apariencia física de uno parece ir acompañada de una sorprendente devastación psicológica que aflige incluso a los miembros más jóvenes de la sociedad. La Asociación Nacional de Trastornos Alimentarios informó que más del cincuenta por ciento de niñas de diez años deseaban estar más delgadas. ¿Realmente hay libertad de creencias si uno es adoctrinado con creencias acerca de la propia inadecuación desde la edad de diez años? La sorprendente proporción de la sociedad que está dispuesta a someterse a un cambio físico puede representar una libertad física para algunos, pero también puede sugerir un grado preocupante de esclavitud psicológica. La Asociación Americana de Cirujanos Plásticos informó que en 2007 se realizaron doce millones de procedimientos cosméticos en los Estados Unidos. De hecho, en total, la cantidad anual de dinero gastada en cosméticos en los Estados Unidos es de ocho mil millones de dólares. Esta cantidad está muy cerca de la cantidad de dinero que se necesita para proporcionar agua y saneamiento a todas las personas en los países en desarrollo (nueve mil millones de dólares). Puede ser que nuestro sentido del deber moral de aliviar el sufrimiento de los demás pueda ser suplantado por las más atractivas perspectivas de lograr ese atractiva nueva nariz.
Nuestros sentidos morales también parecen embotados por la transformación de la sociedad ante el domino de las corporaciones que acumulan la riqueza de los consumidores. El mensaje que la sociedad no manda es: «Puedes tener lo que quieras». Pero al mismo tiempo, lo que se supone que queremos y deseamos está programado y condicionado a nuestros pensamientos por un tsunami cultural y de marketing que nos envuelve la mente desde la infancia. Digital Home Canada informó en 2008 que el canadiense medio veía veinti cinco mil anuncios de televisión en un año, o alrededor de doscientas cuarenta horas de publicidad pura. ¿Y cuál es el impacto de bombardear la mente con 240 horas de comerciales? El desarrollo de un mentalidad de gasto, gasto y más gasto. Puede que esto suene como un complejo psicológico; de hecho muchos lo han etiquetado como un impulso «patológico» para comprar. Dave Ramsey captó la esencia de esta mentalidad con su famosa frase: «Compramos cosas que no necesitamos con dinero no tenemos que impresionar a personas que no nos gustan». De hecho, cuando el valor de todas las cosas en la vida es percibido en términos de dinero, entonces el dinero ocupa un papel fundamental en la vida de un ser humano y define todos sus objetivos y relaciones. Una persona así se convierte, literalmente, en esclava del dólar. Las tradiciones espirituales a menudo reclaman la emancipación del ser humano de tal esclavitud. Se sabe que el Profeta Muhammad, que la paz sea con él, dijo:
El esclavo de la moneda y el esclavo de la moda perecen; están contentos cuando obtienen lo que quieren, sino permanecen insatisfechos. (Sahih Bukhari)
La esclavitud psicológica también se manifiesta en una obsesión por el entretenimiento, la ilusión y la fantasía. Hace dos décadas, un autor notó que el niño estadounidense medio habrá visto más televisión a la edad de seis años que la cantidad de tiempo que le hablará a con su padre durante toda su vida (Devore, Cynthia, Kids and Media Influence, p. 16) La situación ahora es incomparablemente peor. Los periódicos de Gran Bretaña en 2012 informaron de un estudio según el cual el británico medio pasa nueve años de su vida viendo la televisión. E Internet ahora ofrece un competidor importante a la televisión para mantener cautivas las mentes. «Los canadienses que acceden a Internet pasan más de 18 horas a la semana en línea, en comparación con las menos de 17 horas que miran televisión», informó The Globe and Mail en 2010. Nuestras mentes parecen desconectarse de cualquier interacción o actividad significativa y, en cambio, están conectadas un todopoderoso maestro de la distracción. A medida que la obsesión con la última película o serie se disparan, el resultado es una disminución insidiosa del tiempo dedicado a estudiar y resolver los problemas del mundo real a nuestro alrededor. Los últimos amoríos de las celebridades tienden a ocupar los titulares de nuestros medios, mientras que el sufrimiento real y la muerte de inocentes tienden a ocupar la letra pequeña. John Avalon, de The Daily Beast, escribió que «el colapso de Charlie Sheen [2011] recibió más menciones en las noticias, revistas y periódicos de televisión en marzo que en la guerra de Irak en los meses de marzo y abril juntos». La televisión e internet han hecho de la industria del entretenimiento el aspecto fundamental de la sociedad. En muchos sentidos, el entretenimiento se ha convertido en un esclavizador psicológico tan poderoso que nos ha despojado de nuestra propia capacidad de funcionar como agentes morales en el mundo.
O peor: nos convierte en agentes inmorales. La naturaleza omnipresente de la industria del entretenimiento también parece estar acompañada por una tendencia ascendente en contenido violento y pornográfico. Aletha Huston y sus colegas observaron en su investigación que para cuando un niño medio deja la escuela primaria, habrá presenciado 8,000 asesinatos y más de 100,000 actos de violencia. A la edad de dieciocho años, ese niño será testigo de 200,000 actos de violencia, incluidos 40,000 asesinatos. Y la investigación ha demostrado que la naturaleza gráfica de la violencia representada también ha seguido aumentando. David Grossman, el autor de Stop Teaching Our Kids to Kill, escribe: «La violencia es como la nicotina en los cigarrillos. La razón por la cual los medios tienen que incluir más violencia es porque hemos desarrollado una tolerancia. Para obtener la misma excitación, necesitamos niveles cada vez más altos… la industria de la televisión ha ganado su cuota de mercado a través de un ingrediente adictivo y tóxico».
El aumento del contenido pornográfico ha dado lugar a efectos más impactantes. En primer lugar, vale la pena señalar que la industria de la pornografía tenía mayores ingresos que Microsoft, Google, Amazon, eBay, Yahoo, Apple y Netflix combinados (en 2006, las cosas han cambiado desde entonces). En 2006, los ingresos mundiales de pornografía se elevaron a 97 mil millones de dólares. 28,258 usuarios de Internet ven pornografía cada segundo. Mark Kastleman en The Drug of the New Millenium señala que según una encuesta publicada en el Journal of the American Psychological Association, es probable que el 86% de los hombres haga clic en sitios de sexo en Internet si se les da la oportunidad. ¿Hay libertad de pensamiento para los hombres de hoy que encuentran sus pensamientos dictados por una adicción abrumadora? Los abogados que tratan casos de divorcio en Estados Unidos descubrieron que el 56% involucraba a una de las partes que tenía «un interés obsesivo en sitios web pornográficos». En 2003, una encuesta de Focus on the Family mostró que el 47% de las familias dijo que la pornografía es un problema en su hogar como menciona: “Cuando el padre falla: dificultades de una familia con la pornografía”.
¿Se ha elevado nuestro sentido de libertad física, material y sexual como seres humanos a mayores alturas? ¿O nos hemos permitido una ilusión de libertad mientras vivimos psicológicamente esclavizados y degradados moralmente? ¿Puede haber alguna esperanza de guía y renovación en un estado tan deprimente?
¿Qué opinión te merece quien hace de su deseo su dios? ¿Vas a ser tú su guardián? (Corán 25:43)
Fuente: http://spiritualperception.org Traducido y editado por Truth Seeker Es